Sin embargo, precisamente esta preeminencia del elemento religioso cristiano dentro de la cultura literaria de la Alta Edad Media, marcó una diferencia sustancial en la literatura medieval europea en relación con la literatura clásica del Imperio romano.
Con la aparición de las Universidades a principios del siglo XIII, concebidas desde el inicio como establecimientos educativos bajo la supervisión del papado en Inglaterra (Oxford), Castilla (Salamanca), Francia (París) e Italia (Bolonia) pero también, posteriormente, en Polonia (Cracovia) o Suecia (Upsala), el desarrollo del pensamiento abstracto europeo quedó ligado durante siglos al latín de los Estudios.
Pero a partir del siglo XI comienza a generalizarse en Europa la literatura en lenguas vernáculas, relacionadas inicialmente con la lírica oral popular (jarchas mozárabes, chansons de toile…) y, sobre todo, con las distintas tradiciones épicas germanas (Beowulf sajón, Chanson de Roland francesa, Hildebrandslied ostrogodo o eslavas (Cantar de Igor ruso).
El Renacimiento se originó en la península itálica en torno al siglo XV gracias a la labor de los humanistas que, en su empeño por recuperar el esplendor del Imperio romano rescataron sobre todo la lengua y las artes, entre ellas la literatura, de la Antigüedad.
Por lo que al teatro respecta, la recuperación de los modelos antiguos fue lenta y poco fructífera en un primer momento, imponiéndose entretanto esquemas dramáticos desarrollados a partir del teatro popular medieval como la Commedia dell´arte italiana y, más significativamente, los teatros nacionales inglés (Shakespeare) y español (Lope de Vega), de gran éxito en sus regiones de origen pero cuyas soluciones dramáticas solo se generalizarían en Europa siglos más tarde.
Por otra parte, las influencias mutuas entre las distintas regiones europeas se multiplican: Si la figura de Pushkin, en Rusia, no sería comprensible sin la existencia previa de Lord Byron, a finales del siglo XIX, autores rusos como Tolstoi fijarán las pautas para una renovación de la novela europea que tendrán influencia en toda Europa.
Por ello, en la segunda mitad del siglo siguen sucediéndose movimientos literarios globales tanto en la novela (Realismo de Balzac, Galdós o Dostoievski) como en la lírica, aunque con nombres diferentes según el ámbito lingüístico de redacción: Simbolismo francés, Modernismo hispano, Prerrafaelitas ingleses.
De ahí que el último gran momento cultural propiamente europeo fueran las Vanguardias a principios del siglo XX.
A su vez, la gran catástrofe humanitaria que supuso la Segunda Guerra Mundial, junto con la debacle moral causada por los triunfos del fascismo y del comunismo en casi toda Europa provocaron el fin de la continuidad cultural europea y, por lo tanto, de su expresión literaria.
Así, la lírica popular vinculada a las canciones comerciales, el desarrollo de la «prosa espontánea» de la Generación Beat y hasta el triunfo del teatro musical en las últimas décadas del siglo XX en Europa son importaciones literarias cuyo epicentro se halla fuera de nuestro continente, en Nueva York o California.