Abate Marchena

Volvió a España en 1808 con el nuevo rey José I Bonaparte, ocupando diversos cargos en su administración, y tuvo que abandonarla de nuevo tras la derrota del ejército francés en la Guerra de Independencia.Allí leyó a los principales filósofos ilustrados -Mably, Helvétius, Montesquieu, Locke, Adam Smith, Voltaire, y sobre todo al "divino Rousseau", como él mismo lo llamó- cuyas obras estaban prohibidas en España pero circulaban por la ciudad.[3]​ Parece que fue concretamente Juan Meléndez Valdés quien le despertó su vocación literaria y lo animó a componer poesía.La primera entrega terminaba con la frase: «Yo aborrezco todo empeño que coarte la libertad».En el dictamen del censor del Santo Oficio se decía: «Contiene doctrina falsa, errónea, temeraria, que ofende a los oídos piadosos, inductiva al puro materialismo, y con imágenes obscenas».[8]​ Su función era la de redactar propaganda revolucionaria destinada a ser difundida en España.Para Marchena el proyecto tenía demasiadas reminiscencias jacobinas porque era centralista -no federal-, no establecía una nítida división de poderes y tampoco garantizaba plenamente los derechos ciudadanos -especialmente, el de propiedad-.Al final vuelve clandestinamente a París y en febrero de 1797 consigue regularizar su situación en Francia.Al parecer Marchena jugó algún papel en la preparación del golpe -tal vez escribiendo proclamas- debido a la estrecha relación que mantuvo en aquellos meses con el cerebro del mismo, el abate Sieyès.Gracias a este, precisamente, obtuvo un empleo civil adscrito al ejército del Rin, lo que le aseguró "una vida menos precaria" según el propio Marchena.Así en 1800 pasó varios meses en tierras alemanas y en Suiza a las órdenes del general Moreau integrado en su estado mayor como inspector de contribuciones, cargo que desempeñó con gran eficacia, además de realizar ciertos trabajos estadísticos que le encomendaron sus superiores.Durante esos meses aprendió rápidamente alemán y perfeccionó su inglés y aún tuvo tiempo de perpetrar una divertida broma literaria que aumentó su fama de personaje ocurrente.Por encargo de una publicación parisina escribe un amplio ensayo sobre el País Vasco y sus fueros.También remite varias poesías a dos revistas españolas, una sevillana y otra madrileña, que las publican con sus iniciales.de mono, canoso, flaco y enamorado como él mismo; jorobado, cuerpo torcido, nariz aguileña, patituerto, vivaracho de ojos, aunque corto de vista, Durante este período no abandonó su actividad como traductor -tradujo las comedias de Molière al castellano por encargo del rey José I- y como escritor, sorprendiendo con la publicación de una Oda a Cristo crucificado ya que en ella, abandonando su ateísmo, reivindicaba una concepción liberal del cristianismo, resumida en la frase «Que no quiera [Cristo] que al hombre el hombre oprima».[18]​ Abandonó el país con la corte del rey José Bonaparte, residiendo sucesivamente en Perpiñán, Nimes y Montpellier.[23]​ Durante el siglo XIX prevaleció en la memoria histórica del abate Marchena la leyenda de un personaje excéntrico y novelesco que él mismo fomentó con anécdotas como la de tomar durante cierto tiempo como mascota a un jabalí que lo acompañaba a todas partes.[24]​ A principios del siglo XX Marchena ya no era solo un extraordinario traductor sino un personaje que para la derecha era un hereje, masón y hasta jacobino, símbolo de la "anti-España", mientras para la izquierda era el principal divulgador del pensamiento de Rousseau, reconocido especialmente en los medios anarquistas.El hecho fue que el abate Marchena adquirió cierta notoriedad como para que una amplia y bien documentada biografía fuera incluida en la primera edición de la Enciclopedia Universal Ilustrada publicada por Espasa-Calpe en 1916.Españoles en la Revolución francesa, que reconstruye su vida, junto con la de otros exiliados, en la Francia revolucionaria -poco antes Fernando Díaz-Plaja había publicado en 1986 una biografía sobre Marchena, que a juicio de Juan Francisco Fuentes es "la más descabellada biografía que se haya escrito sobre el pobre Marchena, plagada de errores, inexactitudes y puras invenciones"-.
Juan Meléndez Valdés , retratado por Goya en 1797.
Retrato de José I Bonaparte , por François Gérard (c. 1808).
Retrato de Rafael del Riego .