Dotadas de un significado mágico, tienen carácter apotropaico (es decir, defendía el monumento funerario frente al expolio y protegía la memoria del difunto) y psicopompo (un vehículo para conducir el alma del difunto al mundo de ultratumba).
Por sus rasgos estilísticos se fecha su cronología a finales del siglo VI a. C.[1] No obstante, y gracias a algunos hallazgos cerámicos, se estima que los mismos han de remontarse a la época andalusí, habiendo nacido como una pequeña alquería, documentada al menos desde el siglo IX, próxima a Chinchilla de Monte-Aragón, plaza de la que dependió durante casi toda la Edad Media, siendo su nombre original البسيط Al-Basit (La Llanura).
Hacia 1144, Ibn Abd al-Aziz reguló en Valencia que encargaba al alcaide Ibn Iyad asegurar como suyas y propias las tierras y gentes de Albacete contra los lamtuies.
No obstante, el señorío de Villena y más tarde marquesado, padecería numerosas vicisitudes en los años siguientes.
Los sucesos históricos que convulsionan Castilla en los siglos siguientes, afectan a Albacete de diversas maneras.
Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla y salvo un breve período la capital, igual que otras grandes villas, permanecen fieles a la monarquía.
[5] Se sucedieron entonces los episodios comunes en todas las ciudades sublevadas: préstamos forzosos, destierros de los traidores o sospechosos etc.
El 29 de abril salió además una nueva expedición, esta vez compuesta por 102 infantes y 10 caballeros.
Durante el siglo XVI, Albacete continuó su lento, aunque progresivo crecimiento, llegando a contar con 5000 habitantes.
No obstante su menor rango, consta que a menudo el corregidor residía largas temporadas en Albacete[7] El concejo de Albacete estaba compuesto, como otros muchos concejos castellanos, por regidores, dos alcaldes ordinarios y un alguacil mayor (todos ellos, oficiales capitulares, es decir, que participaban en las reuniones del concejo –ayuntamientos- con voz y voto) y otros oficiales, como alcaldes de hermandad, escribanos, fieles, etc.
Los dos alcaldes ordinarios presidían los ayuntamientos, aunque su función principal era la de administrar justicia, interviniendo en causas civiles y criminales en primera instancia; el alguacil mayor, junto con sus auxiliares, ejecutaba las sentencias de los alcaldes ordinarios[8].
También fueron enajenados otros oficios, e incluso se crearon oficios singulares con el propósito de recaudar dinero mediante su venta: así en 1559 se creó un oficio de alférez mayor y regidor que adquirió Pedro Carrasco por la elevada cantidad de 1.300 ducados.
Precisamente para este fin se acordará construir un recinto permanente en el paraje conocido como Santa Catalina, en las "eras" o "ejidos", situado al oeste de la villa (muy cercana al molino del acequión), en donde durante el siglo XVII se había establecido una comunidad de franciscanos que prestarán reticencia a esta actuación mediante varios pleitos.
La Guerra de Independencia española (1808-1812) tuvo una importante incidencia en la ciudad.
Entre otros hechos, durante estos años se produjo un vacío de poder al trasladarse las autoridades a las sierras albaceteñas de Alcaraz y del Segura desde donde se coordinaron la lucha y resistencia al ejército napoleónico, el cual saqueó en numerosas ocasiones la ciudad.
El siglo XX empieza a despuntar, y Albacete cuenta en 1900, con 21 512 habitantes, y presenta unas tasas de crecimiento anual muy elevadas que se traducirán en nuevas infraestructuras.