En el grupo de los retardados estarían los efectos sobre el clima, el medio ambiente así como el daño generalizado a infraestructuras básicas para el sustento humano.
A pesar de todo, esta idea persiste en la actualidad como un rumor malentendido entre mucha gente.
En el caso de artefactos más pequeños como los que estallaron en las ciudades japonesas sus daños sí son considerables.
Los primeros síntomas son sed intensa, náuseas, fiebre y manchas en la piel producidas por hemorragias subcutáneas.
El paciente entra en un periodo de latencia durante el cual las defensas (glóbulos blancos) y la capacidad regeneradora del individuo menguan considerablemente dejándolo más expuesto a enfermedades e infecciones.
Una o dos semanas más tarde se entra en la fase aguda: diarreas, pérdida de cabello y hemorragias intestinales.
Estos últimos adquieren gran parte del momento lineal de los rayos gamma incidentes y salen disparados a velocidades relativistas.
La mayoría poseen longitudes de onda mucho más cortas que van desde los rayos X al gamma extremo.
Los rayos gamma y el resto de radiación directa emitida por las reacciones nucleares ya está lejos del epicentro.
Esto es porque los fotones ionizantes o excitantes son más energéticos que los reemitidos en las capturas y desexcitaciones subsiguientes.
El aire absorbe parte de la radiación penetrante y reemite esa energía en frecuencias más bajas.
Esa bola de fuego característica se produce por la propia incandescencia y combustión del aire.
Los explosivos convencionales se basan en la expansión repentina del aire para provocar una onda expansiva que golpee sobre construcciones y personas.
Este bombardeo de objetos impacta en todas partes hiriendo y mutilando e incluso derribando edificios.
El aire tremendamente caliente del epicentro no solo se expande sino que también asciende dejando un vacío en el área de la explosión.
En cualquier caso la ceniza y el polvo en ascenso pronto oscurecen la zona próxima a la explosión quedando solo iluminada por los incendios imposibles de sofocar.
Para una bomba típica de 20 Mt en 20 km a la redonda no quedarían más que escombros.
Los ataques directos quedarían reservados solamente a los búnkeres y otros objetivos militares llamados duros.
Su acumulación en la piel ya es de por sí nociva; no hace falta imaginar los daños que conlleva respirar dicho polvo.
Como se ha explicado los rayos gamma emitidos por una detonación nuclear ionizan todo el aire en kilómetros a la redonda.
El reflujo de retorno avivará las llamas y aportará oxígeno a los incendios que se unirán rápidamente entre sí.
Si las condiciones son óptimas el incendio central irá absorbiendo todos los fuegos periféricos hasta formar una gran masa llameante autosostenida.
No tarda en formarse un sistema de bajas presiones debido al aire abrasador que asciende desde el epicentro.
Si la ciudad no es evacuada rápidamente las llamas, las elevadas temperaturas y los gases tóxicos acabarán con todo ser vivo que haya permanecido entre sus ruinas.
Por una parte los terrenos colindantes suelen quedar no solo irradiados por la radiación ionizante sino también por los desechos radiactivos de la propia bomba.
Hoy día existen ingenios termonucleares de pequeña potencia que apenas usan material radiactivo como cebador.
Todo esto hace que la Tierra se enfríe durante los días siguientes al conflicto nuclear siendo este enfriamiento tanto más importante cuanto mayor haya sido el número de megatones detonados, así como el número de ciudades atacadas.
Cabe pensar que si el ataque es generalizado, sobre amplias regiones continentales, afectando a sus principales centros industriales y núcleos de población el daño producido será inimaginable.
Exactamente ese operativo de administración paralela era el que se debía poner en práctica cuando el país fuera atacado.
Pueden aparecer efectos terribles de la radiación que no podrían imaginarse o tal vez sí.