En la actualidad acoge el Museo Casa Botines Gaudí gestionado por la Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos).
El término «Casa Botines» deriva del apellido del fundador de la sociedad, Juan Homs y Botines,[1] un empresario y comerciante de origen catalán asentado en la capital leonesa.
Esta obra pertenece al período neogótico de Gaudí (1888-1898), etapa en que el arquitecto se inspiró sobre todo en el arte gótico medieval, el cual asumió de forma libre, personal, intentando mejorar sus soluciones estructurales.
En la ciudad de León se asentó en el segundo tercio del siglo XIX una prendería regentada por el comerciante catalán Juan Homs y Botines,[nota 1] dedicada a la compra-venta de valores.
Sus actividades comerciales los relacionaba con los fabricantes catalanes Güell, Parellada y Cía, y fue el empresario Eusebi Güell quien recomendó al arquitecto Gaudí para llevar a cabo la construcción de una nueva casa para el negocio en la plaza de San Marcelo.
En ese momento Gaudí trabajaba en Astorga, en la obra del Palacio Episcopal (1889-1893), por lo que aceptó el encargo debido a su cercanía y consonancia estilística,[3] si bien algunos estudiosos han planteado la posibilidad de que el encargo del Palacio Episcopal y de la Casa Botines se realizara al mismo tiempo; o incluso de que Botines fuera anterior al Palacio Episcopal.
[3] La construcción estuvo rodeada de intrigas y malos augurios, que Gaudí zanjó pidiendo por escrito y firmados todos los informes técnicos contrarios para, una vez terminada la casa, exponerlos en un sitio visible del vestíbulo.
[15] Hubo una nueva reforma en 1953, que fue polémica porque rompió con el diseño original, pues eliminó siete de los 28 pilares del sótano.
En la nueva rehabilitación, realizada por los arquitectos Félix Compadre Díez y Mariano Díez Sáenz de Miera, se procuró respetar al máximo el opus gaudiniano, al tiempo que se buscaba conjugar en la medida de lo posible los valores físicos del edificio con la utilidad y la funcionalidad.
Se trata de una doble cubierta, ya que su altura equivale a dos plantas, pensada como aislamiento del edificio y, al mismo tiempo, gracias a sus lucernarios, como entrada de aire y luz en el interior.
[26] Las ventanas son de guillotina, con voladizos inclinados para retener la nieve, muy frecuente en el invierno leonés.
[28] Todos los ventanales son lobulados, excepto los de la crestería y los torreones superiores.
Fue por estas críticas por las que expresó su famoso comentario de enmarcar los informes técnicos recibidos.
[31] Antiguamente tenía la inscripción Fernández y Andrés en el tímpano, que desapareció tras ser adquirida por Caja León.
[3] La estatua original fue sustituida en 1956 por una réplica tallada por Andrés Seoane sobre un vaciado de Rafael García Morales.
Todo ello le permitiría aplicar la misma fórmula en la casa Milà, aunque esta vez con pilares de piedra.