Batalla de Kunersdorf

Un mes más tarde Leopold Joseph von Daun , al frente de otro ejército austriaco, volvió a Praga para auxiliar la plaza.

Tras sufrir 14.000 bajas[4]​ Federico no tuvo más remedio que abandonar Praga y regresar a Sajonia.

Tuvo que dividir considerablemente sus fuerzas para poder estar en condiciones de resistir a sus enemigos por todas partes, porque, al comienzo de las hostilidades, su ejército era tan pequeño que le obligaba a actuar exclusivamente en la defensiva.

Era evidente que los austríacos pretendían sumarse a los rusos; Federico no perdió tiempo y se colocó entre ellos.

Como los rusos, a las órdenes del mariscal de campo Piotr Saltykov, avanzaban en Silesia, y el conde Dohna, quien se oponía a ellos, no podía resistir su ataque, el rey envió allí los refuerzos, dando el mando al general von Wedell, con plena autoridad para actuar a su antojo.

Daun destacó 18.000 austriacos, bajo Haddik y Laudon, para mantener sus comunicaciones con Piotr Saltykov.

[7]​ Los prusianos, que temían ver cortadas sus comunicaciones con Silesia y Sajonia, se apresuraron a luchar con los rusos.

Esto se aplica asimismo a la colina Spitzberg, que protegía el centro.

Esta circunstancia fue muy negativa para Federico II, pues se perdió un tiempo precioso y las tropas tuvieron que soportar una larga marcha bajo un calor excesivo.

[11]​ Los rusos, ocupados por las manifestaciones hechas por von Fink en el ala contraria sobre las alturas de Trettin, no perturbaron este movimiento, y cuando los prusianos llegaron al borde del bosque, se limitaron a enviar a algunos cosacos a su frente, pensando que se trataba de un destacamento que había sido enviado para hacer una distracción en favor del otro ataque.

Los rusos dieron respuesta con casi un centenar de cañones que estaban concentrados en su ala izquierda.

[13]​ Federico II ordenó a los granaderos atacar las trincheras y baterías rusas situadas en la colina Mühlberg.

Las baterías rusas no hicieron fuego contra ellas hasta que se encontraban ya en la cumbre, a 150 pasos de las trincheras.

En las alturas de Judenberg, Laudon mandó que algunos regimientos austriacos marcharan para apoyar a los rusos.

El fuego de artillería y fusilería hizo grandes estragos allí donde estaba el rey, y cuando Seydlitz le pidió que no se expusiese inútilmente al peligro Federico contestó: “Son solo mosquitos que quieren jugar.”[15]​ Durante algún tiempo la batalla permaneció indecisa y ambas partes continuaron combatiendo con gran energía.

Al enterarse de ello, Federico envió a un ayudante de campo para saber lo ocurrido, pero Seydlitz, enojado, le dijo, recordando la expresión usada por el Rey, que: “Solo he sido picado por un mosquito.”[16]​ La caballería repitió el ataque varias veces, pero como debía realizarse por un lugar demasiado estrecho, todos los esfuerzos fueron en vano.

Se pusieron en orden cuando hubieron llegado al otro lado y se precipitaron con furia y determinación contra la primera batería rusa, siendo conducidos por el Rey, quien les animó con su presencia, mientras von Fink se desplegaba a la derecha y trataba de desalojar a los adversarios de las alturas de Elsbuch.

El general von Fink ya había aconsejado al rey que era suficiente con conseguir una victoria sobre el ala izquierda del enemigo, y sugirió además que no se debía exponer a las tropas fatigadas a un nuevo ataque desesperado, ya que los rusos sin duda dejarían su posición durante la noche.

Sin embargo, el rey no perdió la esperanza de vencer y envió de nuevo a la carga a sus batallones que habían sido rechazados, hasta que al fin la mayor parte había caído.

El general Putkamer avanzó entonces con sus húsares, perdiendo la vida en un ataque que no tuvo ningún éxito.

Sin embargo, el capitán de caballería Ernst von Prittwitz le convenció para que emprendiera la retirada.

Daun estaba en la Baja Lusacia con las principales fuerzas austriacas, y tuvo una conferencia en Guben con el general Piotr Saltykov.

Lo más natural hubiese sido que un ejército combinado cayese sobre Berlín y otro sobre Silesia, pero nada de ello sucedió.

Esta conducta hizo perder a los aliados todo el fruto de la victoria.

Federico pareció más temible que nunca a sus enemigos, y, sin embargo, jamás estuvo en una posición tan comprometida.

Federico dijo a este oficial que se esperase unos días para poder corresponder al duque con una noticia de la misma naturaleza.

Los rusos seguían temiéndole, aún derrotado, y se mantuvieron en sus trincheras, lo que dio a Federico el tiempo para garantizar la seguridad de su capital reuniendo un ejército capaz de proteger Brandeburgo con las tropas del General Wünsch.

Ernst Gideon Freiherr von Laudon en la batalla de Kunersdorf. Obra de Louis Hankes .
La batalla de Kunersdorf.
Federico II en Kunersdorf negándose a huir. Obra de Richard Knötel .
Ernst von Prittwitz convenciendo a Federico II para que emprendiera la retirada. Obra de C. Biermann .