Mientras tanto, las naves británicas utilizaron su base de Gibraltar para poner en marcha un efectivo bloqueo en la entrada al mar Mediterráneo.
Los franceses querían continuar esta estrategia en 1758, y mandaron una flota desde Brest para aumentar sus contingentes en Nueva Escocia.
Arthur Gardiner, capitán del Monmouth, murió en la lucha, pero finalmente el Foudroyant se rindió y Duquesne fue tomado prisionero, poniendo fin a la batalla.
[6] La batalla fue un gran paso para restaurar la reputación de la Marina Real Británica, empañada tras la pérdida de Menorca en 1756, que resultó en la ejecución del almirante John Byng por "no hacer todo lo posible" por salvar Menorca.
[2] La campaña ofreció asimismo un ejemplo de férreo bloqueo que los británicos utilizaron incluso con más vigor al año siguiente, posible gracias a la innovación en guerra naval que supuso el avance en avituallamiento de barcos en el mar.