John Byng

Durante los treinta años de servicios que le siguieron, construyó una reputación de sólido oficial naval y fue promovido a vicealmirante en 1747.

Antes de llegar a su destino, 15.000 soldados franceses habían desembarcado en la costa occidental menorquina amenazando el castillo de San Felipe, en manos británicas.

[2]​ Aunque el tribunal que lo juzgó había desestimado la acusación de cobardía personal,[3]​ fue condenado por «no haber hecho todo lo posible contra el enemigo, sea esto en el campo de batalla o en la persecución», lo cual, tras una enmienda al código de justicia militar en 1745, que juzgaba a todos los rangos por igual, conllevaba automáticamente la pena de muerte.

La sentencia, que dos de los miembros del tribunal se negaron a firmar, instaba al Almirantazgo británico a pedir el indulto al rey Jorge II, pero las disputas entre este y los sucesivos primeros ministros, Thomas Pelham-Holles y William Pitt,[4]​ llevaron al monarca a desoír las peticiones de clemencia realizadas desde distintas instancias, incluyendo la de la opinión popular, que inicialmente había exigido responsabilidades.

Se le explica que «en este país, es considerado bueno matar a un almirante de vez en cuando para así animar a los demás»[7]​ (Dans ce pays ci, c'est bon, de temps en temps, de tuer un amiral pour encourager les autres.).

Fusilamiento del almirante Byng