Un mes más tarde Daun, al frente de otro ejército austriaco, volvió a Praga para auxiliar la plaza.
Tras sufrir 14.000 bajas,[4] Federico no tuvo más remedio que abandonar Praga y regresar a Sajonia.
Las tropas imperiales marcharon en dos columnas que se dirigieron por Puska, Neukirchen y el bosque de Ottendorf.
Hasta ese momento los prusianos no habían realizado movimiento alguno y el grueso de su ejército se mantenía en la misma posición, habiéndose solo acercado un poco más los destacamentos situados a la izquierda, compuestos por 8.000 hombres mandados por el mariscal Keith, y el príncipe de Darmstadt vino a apostarse en Pickau detrás de Bischofswerda.
Este proyecto era poco prudente y manifestaba desprecio del enemigo.
[7] El rey de Prusia se apresuró a tomar esta posición, juzgándola necesaria tanto para asegurar su comunicación con la Silesia por Görlitz, cuanto para sostener el cuerpo de Retzow que, como dijimos, se había internado hasta Wachberg.
No obstante, el general Laudon hizo una tentativa con 3.000 infantes y diez escuadrones de húsares y dragones, llevados para este efecto al bosque de Bautzen.
Federico II hizo un movimiento para apoderarse de la montaña de Stromberg y abrirse camino hacia Görlitz, pero los Imperiales presintieron esta acción y obligaron a Federico a fortificar Hockirch, donde esperaría un momento más propicio para abrirse camino hacia Silesia.
Las trincheras y baterías que Federico II había mandado construir en las alturas hacían muy peligroso este objetivo porque se necesitaba abrirse paso por entre la espesura de la maleza, que se encontraban a la espalda del ejército imperial y desde allí sorprender al enemigo.
[13] Aún no amanecía, cuando las vanguardias de dichas columnas, y el cuerpo que mandaba el general Laudon, se habían apoderado del puesto Hochkirch, así como de las alturas situadas detrás del campo.
Los prusianos volvieron tres veces al asalto, en tanto que el mariscal Daun —para sostener sus tropas en Hochkirch— renovó el ataque con ocho regimientos distintos[14] contra lo restante de la izquierda imperial.
Al mismo tiempo, el general de caballería Barón de Buccow y el duque de Aremberg habían superado los desfiladeros que les habían mandado rebasar y pusieron en peligro al ala izquierda prusiana, que no tuvo más remedio que retirarse si no quería quedar rodeada.
La venida del día no dio ventaja alguna: una espesísima niebla impidió al rey conocer la posición del enemigo, y la suya, y tal vez el que por medio de una pronta maniobra no hiciese cambiar en su favor á la fortuna.
[19] Estas fueron las pérdidas de los Imperiales sin contar los desertores; inferior notablemente a la de los prusianos, ya que en la relación Imperial ascendía a 10 000 hombres por lo menos; pero en los informes prusianos contabilizan 3.000 hombres.
Lo Imperiales encontraron el cadáver del mariscal James Keith, al que dieron honrosa sepultura con todos los honores.
Keith era uno de los generales más entendidos y más adictos que Federico tenía: herido al comenzar la batalla, no quiso retirarse, y una hora después una bala le atravesó el pecho.
El joven Lacy se deshacía en lágrimas cuando se presentó un croata llevando el uniforme, el gran cordón y la placa de Keith, y a las preguntas de Daun contestó que todo se lo había quitado a ese hombre a quien mató y desnudó, dejándole en cambio su capa.
El cadáver de Keith fue sepultado por los austríacos con todos los honores militares debidos a su rango.
[22] Como regalo por esta victoria, la emperatriz María Teresa entregó al mariscal 300.000 florines para rescatar el señorío de Ladendorf, que había vendido su padre al conde de Kevenuer.