La zona donde se concentraba la mayor parte de la población armenia otomana comprendía seis valiatos o provincias (Bitlis, Diyarbakır, Mamuret-ul-Aziz, Erzurum, Sivas y Van).Sin embargo, la derrota otomana en la siguiente guerra contra los persas en 1620, devolvió a estos últimos una parte de Armenia oriental.Los sultanes tenían un fuerte poder centralizado y un aparato administrativo inspirado en el del Imperio bizantino, gracias a lo cual impusieron un relativo orden en todo el territorio.[3] Con el tiempo, la prosperidad de la comunidad armenia fue dando lugar a una clase poderosa, con grandes fortunas e influyente dentro del Imperio, conocida como los samiras; mientras que los esriafs constituían la burguesía comercial propiamente dicha, que incluía artesanos, pequeños empresarios y comerciantes.[8] Acogidas con gran satisfacción por los no musulmanes, estas concesiones supusieron un arma de doble filo.Algunas, en lo esencial, tenían un carácter integrador y no podían por menos que contribuir a la fraternización de los distintos pueblos.[8] El texto de Reforma (Islahat Fermanı) no contentó sin embargo a los ciudadanos musulmanes.Tras el edicto de 1856 el millet gregoriano, siguiendo los pasos del protestante, comenzó a secularizar su administración comunitaria, hasta ese momento controlada enteramente por el clero.[10] Los armenios constituían una de las más prósperas comunidades del imperio, habían incrementado su número, mejorado económicamente y ocupaban una posición privilegiada.[8] Esta constitución, compuesta por 150 artículos, estuvo en vigor hasta 1876, cuando se promulgó una común para todos los ciudadanos del Imperio.La nueva ley concedía a todos los ciudadanos iguales derechos, aunque el carácter de la misma era claramente autoritario y daba al sultán importantes prerrogativas.El gobierno rechazó cualquier discusión sobre la posibilidad de una ampliación legal destinada a las áreas cristianas del Imperio, como proponían las potencias europeas.Los rusos aceptaron la revisión del mismo y con tal motivo se organizó en Berlín una conferencia bajo auspicio alemán.Los armenios pronto comenzaron a protestar contra lo que consideraban una maniobra del gobierno para presionarles o forzar un desalojo gradual.[16] La crisis que se desarrolló, sobre todo a partir de 1870, fue tanto política como económica y social.Por el contrario, las poblaciones cristianas se favorecieron de esa situación y fueron haciéndose con el control económico en las zonas rurales.Armenakan, el primer partido nacionalista, fundado en 1885, era de tendencias más bien centristas, aunque terminó dejándose seducir por la acción insurreccional.La creación de estas unidades fue una pesadilla para los armenios por su brutal accionar y porque oficializaban las tendencias depredadoras de los nómadas kurdos, que durante años habían sometido a las poblaciones sedentarias, incluyendo la armenia, a saqueos y abusos.Activistas del grupo Hantchakian encabezaron una rebelión que fue reprimida por tropas irregulares kurdas, apoyadas por fuerzas gubernamentales bajo la dirección de Zekki Paşa.[23] Pero los crímenes contra la población armenia continuaron, ante la pasividad y el abandono de las potencias imperialistas.Los barrios armenios fueron atacados por bandas armadas con palos, ayudados por policías y soldados del Imperio.[22] Abdul Hamid II empezó a ser conocido en Inglaterra como «el gran asesino», mientras que en Francia algunos escritores lo denominaban el «sultán rojo».[22] Diezmados por los enfrentamientos, la represión y el exilio, los activistas armenios desistieron de su estrategia en 1897, conscientes del evidente desinterés de su causa para los gobiernos extranjeros, y con ello también se puso fin, temporalmente, a los crímenes contra la población armenia.[13] Sin embargo, estas reivindicaciones y la represión desatada contra los armenios, fundamentalmente durante la última década del siglo XIX, no motivaron más acción entre los estados europeos que declaraciones de condena, que en nada modificaron la política interna en el país.La responsabilidad moral de las potencias extranjeras, fruto de sus intereses particulares sobre el espacio otomano, fue tan grave y criminal que el propio primer ministro británico entre 1916 y 1922, Lloyd George, llegó a reconocer su complicidad con la brutal política seguida contra los armenios.En consecuencia su política se orientó hacia maquinaciones y maniobras diplomáticas que fueron en esa dirección.[13] Por su parte el Imperio austrohúngaro, con una organización muy próxima al otomano y contando con una población multiétnica que también enfrentaba conflictos interminables con respecto a las nacionalidades, apostó por la conservación del Imperio otomano pues su desintegración podía ser contagiosa para su territorio.El artífice de esta reunificación, Otto von Bismarck, también sentó las bases para la política alemana con respecto a la cuestión oriental.[25] El CUP no tuvo posibilidad ni tiempo de llevar a cabo su programa; una nube de viejos políticos exiliados por Abdul Hamid, entre ellos grandes visires, príncipes, antiguos ministros y altos funcionarios, retornaron y, aprovechando las elecciones, eliminaron a los revolucionarios del partido tomando el control del mismo.Muchos también se trasladaron a Europa y América del Norte para encontrar mejores condiciones de vida.
Coronel de artillería del ejército otomano de origen armenio o judío, después de 1818, por William Page