Los contactos diplomáticos no llegaron a buen puerto y Codrington destruyó la flota otomana en la batalla de Navarino.
Enfurecido con esta acción el sultán se negó a toda mediación y declaró la yihad rechazando las peticiones rusas de abandonar los Principados Danubianos.
[10] La caída del Imperio otomano parecía tan evidente que Carlos X de Francia propuso repartir sus territorios entre las potencias.
[15] Por su parte, Francia poseía en este nuevo Egipto una influencia sólida; sus oficiales habían reorganizado el ejército, sus técnicos desarrollaron un papel importante en la revolución económica, además fundaron escuelas que tenían más de 9000 alumnos.
Los rebeldes húngaros intentaron conseguir la ayuda de Gran Bretaña, pero Lord Palmerston creía respecto al hundimiento del Imperio austriaco que:
Finalmente se decidió atacar Sebastopol, en Crimea, lo que permitía proteger al Imperio otomano arrebatando a Rusia los medios de acción en el mar Negro.
Gran Bretaña y Francia sabían que la única esperanza de victoria era realizar una guerra corta porque no podían penetrar en el territorio ruso en profundidad.
[38] Por tanto, el Imperio ruso no podía reconstruir su armada sin incumplir los tratados y ser motivo de guerra.
La política francesa en Oriente Próximo no se centró solamente en Egipto, sino que intervendría en 1860 en Siria por motivos religiosos.
El zar Alejandro II de Rusia utilizó la guerra franco-prusiana para presentar una circular entre las potencias por la que revocaba los acuerdos sobre los estrechos.
Otto von Bismarck se mostró dispuesto a mediar y organizar una conferencia que obtuvo el beneplácito del gobierno inglés.
William Gladstone dio comienzo a una campaña para que el gobierno conservador no prestara ayuda al Imperio otomano.
Abdul Hamid II promulgó una constitución y anunció la convocatoria de un parlamento en la que las poblaciones cristianas podían presentar sus reivindicaciones.
Por su parte el Imperio austrohúngaro daba comienzo a su política Drang nach Osten y su objetivo sería vigilar la ruta de Salónica.
Los dos primeros asaltos, realizados en julio y agosto, supusieron un fracaso para las armas rusas que sufrió pérdidas numerosas.
[55] El asalto había sido precedido por cuatro días de preparación artillera, pero que tuvo un pequeño efecto contra las posiciones turcas.
[58] Durante el segundo intento, las líneas rusas estuvieron a punto de colapsarse, pero Skobelev apareció sobre su caballo entre las tropas y los turcos pudieron ser expulsados.
En febrero, las tropas rusas de Skobelev se encontraban ya en San Stefano a solo 12 km de Estambul y el Imperio otomano se vio obligado a pedir un armisticio que el alto mando ruso no parecía tener mucha prisa en concederles.
[59] El envío de una flota inglesa a Constantinopla hizo entender al Imperio ruso que debería rebajar sus pretensiones.
[60] Por el Tratado de Berlín, Rusia conservaba Besarabia; Bulgaria vio reducida su tamaño mientras que Rumelia volvía a manos turcas.
Este nacionalismo serbio resultaba preocupante para el Imperio austrohúngaro, ya que favorecía un movimiento de insurrección en Bosnia y Herzegovina.
En 1912 se había apuntado un éxito al oponerse, mediante amenaza de guerra a la extensión del territorio serbio hasta el Adriático.
Bernhard von Bülow había abandonado este proceder en la crisis de 1908 y presionó para que Serbia no ganase un puerto en el Adriático tras las guerras balcánicas apoyando los intereses del Imperio austrohúngaro.
[89] Sin embargo, la situación, en 1914, no era tensa y nada parecía señalar que fuera a tener lugar una guerra europea.
Sin embargo, tras reunirse con Guillermo II de Alemania en Konopischt (Bohemia), Francisco Fernando, partió hacia Bosnia-Herzegovina para dirigir unas maniobras militares.
[100] Por último, si se abrían los estrechos, los navíos rusos podrían, por fin, utilizar la ruta del Mediterráneo para intercambiar cereal por armas.
[123] El 31 de marzo,[123] Ismet conseguía su segunda victoria, lo que ayudó a levantar la moral del ejército turco.
[125] Pocos días después, el último sultán, Mehmet VI, escapó en un barco británico y se exilió en Londres.
Por otra parte, el Imperio otomano terminó su descomposición y se convirtió en la República de Turquía cuyas fronteras siguen estables hoy en día.
Por último, las nacionalidades balcánicas habían conseguido su independencia sobre el Imperio otomano y se crearon fronteras que resultaron permanentes hasta la Segunda Guerra Mundial.