Al frente de la flota británica se encontraba el vicealmirante sir Edward Codrington, que debía mediar entre los independentistas griegos y sus gobernantes turcos.
Sirvió, no obstante, al primer ministro británico, George Canning, como documento de base para las negociaciones siguientes con los demás países europeos.
La respuesta fue muy clara: aunque las potencias deseaban evitar la guerra, el bloqueo debía, en último recurso, imponerse a cañonazos si resultaba necesario.
Las cancillerías europeas sabían que una flota turco-egipcia se había reunido en Alejandría con la misión de zarpar a unirse con Ibrahim bajá.
El almirante británico Codrington, conforme a las disposiciones del Tratado de Londres, neutralizó pacíficamente esta flota griega, prohibiendo la operación terrestre.
Ella sola destruyó en media hora todos los barcos otomanos, mientras que el resto de la escuadra griega eliminaba las baterías costeras.
Al mismo tiempo, los almirantes supieron que las tropas de Ibrahim bajá realizaban una destrucción sistemática del Peloponeso.
[33][31] Según una lista enviada por el almirante Codrington a su ministro, estaba constituida por cuatro navíos de línea, quince fragatas, diecisiete corbetas, veinticuatro balandros y algunos transportes.
Fue de hecho Letellier quien dispuso la flota egipcio-otomana en la bahía; hicieron falta tres días para aplicar su plan.
Los ocho buques rusos se dispusieron al oeste de la formación británica, donde formaron un grupo un poco más compacto que los otros dos.
Si se desencadenaba una batalla, las órdenes de Codrington para evitar toda confusión citaban a Nelson: «No captain can do very wrong who places his ship alongside of any enemy («Un capitán no puede equivocarse si coloca su nave cerca de alguna del enemigo»).
[50] Además, según el marinero anónimo que escribió más tarde Life on Board a Man-of-War, los artilleros y sus cañones estaban listos para disparar; los oficiales de la Genoa pasaron a verlos y partieron convencidos de que tendría lugar un choque entre las flotas.
[46][29][53] Una parte de la flota, principalmente las naves rusas que alcanzaron sus posiciones hacia las 15:15, no había penetrado todavía en la bahía.
Solamente las embarcaciones menores de la flota ruso-franco-británica no habían echado todavía el ancla y, al poder maniobrar en la bahía, fueron menos afectadas por los disparos.
También, como sucedió cuando al Asia le amenazó un brulote, se emplearon guindalezas, en este caso una lanzada desde la Genoa, para permitir pivotar a la almiranta.
[40][73][74] La Sirène estaba anclada con la proa al sur, en paralelo a la primera fragata de la línea egipcia, la Ishania.
En la primera falleció uno de los marineros por los cañonazos egipcios; a continuación, el buque disparó contra la fragata enemiga.
Recibió finalmente el auxilio primero del Breslau y luego de los buques rusos, en torno a las 15:30.
Hasta las 16:00, cuando los barcos turcos perdieron las amarras y se pusieron a tiro de enfilada, el Genoa no pudo disparar contra ellos.
La responsabilidad de este error no pudo dirimirse, ya que el capitán Bathurst había fallecido en los combates.
Estas acusaciones resultaron rechazadas en el consejo de guerra contra Dickenson que tuvo lugar dos años más tarde en Portsmouth.
Este último la tomó al abordaje y el marinero turco a cargo de encender la mecha cayó empuñándola.
Estas víctimas eran de orígenes muy diversos: había árabes, griegos, norteafricanos, eslavos e incluso algunos prisioneros británicos y estadounidenses.
Además, parece que numerosos «marineros» de la flota otomana estaban literalmente encadenados a sus naves y perecieron cuando se destruyeron estas.
[96][99] En cambio, los Gobiernos francés y ruso fueron más cautos: habrían preferido que los otomanos hubiesen cedido sin combatir.
Anunciaba: «la espantosa lucha que desde hacía cuatro años entristecía a la Humanidad ha terminado; de un solo golpe, la paz ha vuelto al mundo».
[96][105] Metternich, favorable al mantenimiento del equilibrio –del statu quo– en Europa, se indignó por lo que calificó de «ultraje sin equivalente» y «espantosa catástrofe».
La batalla sí marcó, sin embargo, una etapa decisiva en la contienda: paralizó las tropas egipcias, que ya no podían recibir apoyo logístico.
No obstante, hizo falta la expedición francesa de Morea (1828-1833) para obligarlas a abandonar el territorio griego.
[114] Todos los 20 de octubre, la ciudad conmemora la batalla; tres fragatas (una francesa, una británica y una rusa) acuden a la bahía para la celebración.