La guerra ruso-turca de 1828 a 1829 fue un conflicto bélico entre el Imperio ruso y el Imperio otomano a partir de la lucha griega por la independencia.
La guerra finalizó con el Tratado de Adrianópolis y supuso una importante victoria de Rusia y un paso más en la decadencia del Imperio otomano.
Turquía reconoció la soberanía rusa sobre Georgia y parte de la actual Armenia.
A Rusia se le permitía ocupar Moldavia y Valaquia hasta que Turquía pagase una gran indemnización.
[1] El problema de los estrechos se liquidó cuatro años más tarde, cuando ambas potencias firmaron el Tratado de Unkiar Skelessi.