[1] Unas veces se dejaba el brulote abandonado a la deriva o al impulso de vientos apropiados, y otras se trataba de aproximarse durante la noche.
[5] También fueron utilizados por el rey vándalo Genserico en la batalla de Cabo Bon (468) en la que derrotó a la flota del Imperio romano.
Fue importante su aplicación en el asedio de Amberes (1584–1585) por Alejandro Farnesio, en que el ingeniero Federigo Giambelli los empleó para intentar destruir el puente de barcas tendido por los españoles sobre el río Escalda.
En ella pudo mejorarlas hasta el punto de hacer imposible su destrucción a través del acercamiento.
[1] Fueron muy utilizados en los siglos XVI, XVII y XVIII, aunque se emplearon incluso hacia finales del siglo XIX, con notorios casos en la Guerra de independencia de Grecia y la campaña naval de la guerra del Pacífico, donde, en la expedición al Callao, se contemplaba lanzar a la corbeta Abtao, cargada de explosivos, contra la escuadra peruana, en teoría, anclada en El Callao, y por parte de los peruanos se utilizaron lanchas con trampas explosivas ocultas para hundir el Vapor Loa y la goleta Covadonga.