[1][nota 1][2] Asimismo, teatro de títeres puede hacer referencia al local o espacio donde se representan las funciones, así como al teatrillo, retablo o conjunto de escenario, atrezo, decorados y muñecos, construidos para hacer títeres.
Los primeros teatritos mecánicos que se mencionan, en 1539 según Varey, son los llamados retablos (por su parecido con las tablas pintadas o en relieve).
[5] El término, de origen religioso, se aplicó poco después a los títeres manuales.
Covarrubias, en su definición, aclara que el mencionado retablo era la "caxa" (armazón del teatrillo) y no los títeres.
[6] En las artes escénicas, "retablo" es el pequeño escenario en el que se representa el teatro de títeres.
Apoyado por el desarrollo paralelo del cine, la televisión y otros medios cinematográficos, en la actualidad llega a una audiencia mayor que nunca.
Otros pioneros, entre ellos Edward Gordon Craig y Erwin Piscator, fueron influenciados por los títeres en su cruzada para realzar la corriente principal.
Kantor influyó en una nueva generación formalista de directores como Richard Foreman y Robert Wilson, quienes se preocupaban por el "objeto" en términos teatrales, "poniéndolo en escena y encontrando diferentes maneras de mirarlo" (Foreman).
Uno de sus directores y dramaturgos fue Rafael Dieste, que escribió para aquel mágico guiñol ambulante piezas como Farsa infantil de la fiera risueña (1933), El falso faquir (1933), Curiosa muerte burlada (1933), La doncella guerrera (1933) y Simbiosis (1934).