Alfredo detuvo a los vikingos en la batalla de Ethandun, restableciendo el orden en los territorios anglosajones.
Durante la Edad Media, la primera unión política duradera (las anteriores fueron más bien efímeras) se realizó con Carlomagno, quien además conquistó otras tierras formando un Imperio, que luego sus nietos dividieron.
Tras tres guerras civiles, Luis murió en 840, y sus tres hijos supervivientes decidieron repartirse el territorio en el tratado de Verdún, en 843: A Lotario I, emperador desde el año 817, le correspondieron los francos centrales con las capitales imperiales de Aquisgrán y Roma; territorios que se subdividieron entre sus hijos en Lotaringia, Borgoña e Italia septentrional.
Luis el Germánico, pasó a ser rey de los francos del este.
Sin embargo la reunificación de los francos bajo Carlomagno llevó a una nueva intervención en Italia en el 774.
Por su otra parte, el sur permanecería en constante conflicto entre bizantinos, musulmanes y normandos.
La división norte-sur de Italia dejó una profunda huella en la historia italiana que aún es visible hasta nuestros días, con un norte industrializado y mucho más avanzado que el sur.
Ante la ocupación del territorio por los lombardos, la ayuda de Carlomagno y los francos a León III fue vital.
Al sur, Nápoles, Sicilia y la parte más meridional de la península itálica (Bari, Calabria, Apulia) seguían siendo una provincia bizantina.
Cerdeña había sido ocupada por los árabes en el 710 tras ser abandonada por los bizantinos a su suerte, pero setenta años después, aprovechando la lejanía con las bases árabes, se produjo una revuelta local que estableció gobiernos locales conocidos como giudicati.
Córcega sufrió también los ataques musulmanes, combinados con intervenciones francas, lombardas y del marqués de la Toscana, Bonifacio I, para asegurar la frontera.