[18] Detrás a esta campaña propagandística no había nada concreto: únicamente con la redacción, el 27 de agosto de 1932, del largo Informe sobre Etiopía del embajador Raffaele Guariglia se perfiló una política precisa que tenía por objetivo acabar la vaga amistad con Adís Abeba, fortalecer los efectivos militares en Eritrea y Somalia y, a continuación, emplear la fuerza contra los etíopes.No existía siquiera un órgano de coordinación entre las armas, un alto mando general que dirimiese los posibles problemas entre los tres ejércitos: tan solo Mussolini tenía autoridad para decidir la entrada en guerra y solucionar las desavenencias entre ejércitos, pero durante dos años dejó que los ministerios disputasen entre sí, al tiempo que destituía a los hombres con demasiada autoridad y sustituía a las pocas personas de valor con otras mediocres provenientes de la jefatura del partido.Mussolini consideró, con razón, que los anglo-franceses sacrificarían Etiopía a las ambiciones fascistas, aunque subestimó la reacción de la opinión pública internacional.[37] La controvertida reunión concluyó con Mussolini convencido de contar con la aquiescencia francesa a la expansión económica y política italiana en la región.Consumar el Estado fascista en su totalidad comportaba alcanzar el Imperio»[59] La responsabilidad de los preparativos para la guerra no se confió al jefe del Estado Mayor, o incluso al ejército, sino a un comité especial del Ministerio de las Colonias.Alemania, por su parte, no deseaba el hundimiento del régimen fascista italiano, pero sí que este se enfrascase en una guerra en África que le impidiese intervenir en los asuntos austriacos y en los de los países del sur de Europa; por ello, no dudó en abastecer secretamente a Etiopía con armas y municiones.Más activas fueron las delegaciones nacionales de la Cruz Roja, que enviaron a Etiopía personal, material, medicinas y unidades médicas.[78] En esencia la situación militar ejército etíope se resume en las palabras del enviado del Times londinense, George Steer, que escribió sobre los etíopes: «Carecen de artillería, no tienen fuerza aérea y la proporción de armas y fusiles automáticos modernos es patética».[80] Los etíopes dudaban asimismo sobre el mejor enfoque para la defensa: podían optar por las tradicionales batallas campales o escoger las tácticas de guerrilla.La movilización etíope resultó bastante lenta, fundamentalmente porque las columnas armadas tenían que recorrer cientos de kilómetros a pie para llegar al Tigré desde las diferentes regiones del imperio.Estas unidades fueron descubiertas el 18 por la aviación italiana, que las acometió de inmediato, aunque sin infligirles grandes daños.La orden enojó a De Bono, que anotó en su diario: «Lo esperaba: incompetencia, superficialidad y mala fe.También se llevaron a cabo con fuerzas relativamente pequeñas, indudablemente mucho más bajas que aquellas de las cuales el ras Mulughetà pudo haber dispuesto».El mariscal gozaba ya de un enorme ejército de unos trescientos mil hombres, a quienes los etíopes apenas podían oponer sesenta mil combatientes, incluidos los restos del diezmado ejército del ras Mulughietà, desgastado por la lucha, mal abastecido y casi sin atención médica.Muy pocos lograron escapar pero, entre los fugitivos, estaban los degiac Hailù Chebbedè y Mescescià Uoldiè, quienes luego se convirtieron en los jefes más destacados de la resistencia.Mientras tanto, los diecisiete mil hombres del IV Cuerpo habían partido demasiado tarde para atacar a las tropas etíopes simultáneamente con las del II Cuerpo, aún lejos, y el ras Immirù pudo cruzar el Tekezé con entre diez y doce mil hombres, frustrando así la maniobra de Badoglio.[155] Badoglio, habiendo escapado el ejército del ras Immirù, y dudando de que la acción del II Cuerpo pudiera dar buenos resultados, dio orden inmediata de usar todos los medios y armas disponibles para atrapar a las fuerzas enemigas.Las fuerzas italianas se dividieron en tres columnas: la primera, en el flanco izquierdo y al mando del teniente general Agosti, debía seguir el curso de Daua Parma hasta Malca Murri para evitar la llegada de suministros al enemigo desde Kenia; el segundo, en el centro y al mando del coronel Martini, seguiría la carretera a Neghelli; la tercera columna, al mando del general Annibale Bergonzoli, tenía la tarea de ascender a lo largo del Ganale Doria y dirigirse a la aldea de Bander.[189] En la mañana del 24 se libraron reñidas batallas en Dagamedò y Gunu Gadu, pero fue sobre todo en Birgòt donde Frusci, con su columna central, encontró la mayor resistencia que logró vencer al día siguiente gracias a la competencia de la aviación.Con este último acto formal, terminó la guerra en el frente sur; lo hizo con pérdidas relativamente bajas para los italianos, sufridas en un 80 % por los departamentos coloniales libio, árabe-somalí y eritreo.Este despliegue de fuerzas resultó exagerado: los ejércitos etíopes ya se habían disuelto y la marcha no habría implicado ningún riesgo a corto inmediato.Anticipar el anuncio en Roma un par de horas significa despejar la ansiedad en la que están sumidos nuestro gobierno y las capitales extranjeras».[211] En general, los italianos perdieron más hombres debido a enfermedades y accidentes que por causas directas de guerra.[223] La guerra en Etiopía fue un capítulo decisivo en la historia de la expansión colonial italiana y, al mismo tiempo, tuvo una relevancia que trascendió los acontecimientos nacionales.[245] Los italianos probablemente habrían tenido mayores posibilidades de ser aceptados como nuevos gobernantes si se hubieran mostrado magnánimos.[250] La victoria italiana, sin embargo, fue efímera; en la primavera de 1937 estalló una nueva rebelión general de grupos guerrilleros arbegnoch que, acaudillados por jefes hábiles y enérgicos como Abebe Aregai, Hailù Chebbedè, Hailè Mariam Mammo o Mangascià Giamberiè, puso a las guarniciones italianas en apuros.[255] Sin embargo, Amadeo tenía una capacidad limitada para interpretar las directrices de Roma, especialmente las relacionadas con la legislación racial, sobre las cuales Mussolini permaneció inflexible.[258] Las pocas fuerzas coloniales a disposición del virrey se vieron obligadas a controlar un territorio inmenso y, en muchas regiones, los arbegnoch pudieron cooperar perfectamente con las tropas británicas que en 1941 invadieron el África oriental italiana, lograron liberar Etiopía en unos meses y restauraron en el trono al negus.Sin embargo, el Gobierno etíope no cejó y en 1948 trató de obtener al menos una satisfacción simbólica reduciendo la lista de acusados a diez nombres: Badoglio, Graziani, Lessona, Cortese, Nasi, Pirzio Biroli, Geloso, Gallina, Tracchia y Cerulli.La respuesta de Italia fue una negativa indignada; la realidad era que, como ya había comenzado la guerra fría, los gobiernos británico y estadounidense no podían arriesgarse a perder la colaboración de Italia sino más bien integrarla en la recién creada OTAN y rehusaban denunciar antiguos militares italianos ante la justicia internacional; pese a su posición anticolonialista la URSS tampoco mostraba simpatías por la monarquía etíope y no apoyó el pedido del Negus.
El diminuto presidio italiano en Wal Wal, que fue atacado por fuerzas abisinias en diciembre de 1934. Los italianos emplearon el incidente para justificar la guerra.
Mussolini pasa revista a las tropas listas para embarcar hacia el
Cuerno de África
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Llegada de un envío de medicinas a la estación de Adís Abeba.
Soldados etíopes en Adís Abeba, armados con armas arrebatadas a los italianos, escuchan la proclamación que anuncia el regreso a la capital del emperador, en mayo de 1941.