Su biógrafo del siglo XI, Osbern de Canterbury, afirma que Dunstán era diestro en «hacer dibujos y escribir letras».Fue, dada su eficiencia como obispo, el santo más popular en Inglaterra durante casi dos siglos y obtuvo una enorme fama, lo que acarreó, costumbre nada extraña en la Edad Media, que se le atribuyeran con el tiempo historias totalmente fantasiosas.[9] Siendo un niño, sufrió una enfermedad muy grave de la que se recuperó, al parecer, milagrosamente.Pronto fue conocido por su interés en aprender y dominar las más variadas clases de oficios.Su tío Athelm, arzobispo de Canterbury, habiendo conocido sus aptitudes, le reclamó poco tiempo después para que entrara a su servicio.[5] Desde el arzobispado, un poco más tarde, pasó a la corte del rey Athelstan.[5] Elpegio intentó persuadir a Dunstán para que siguiese la vida monástica pero él dudaba sobre si podría vivir en celibato.Fue ordenado en 943, en presencia de Elpegio, y volvió a Glastonbury para vivir como un ermitaño.[10] Lady Æthelflaed, sobrina del rey Athelstan, lo eligió como consejero y a su muerte le dejó una fortuna considerable.[5] Este dinero lo utilizaría más adelante para fomentar y promover el renacimiento monástico en Inglaterra.Ellos asintieron, pero... Dunstán, investido en su nuevo cargo, se puso a trabajar de inmediato.A los dos años del nombramiento de Dunstán, en 946, el rey Edmundo I fue asesinado.Argumentó que no era su intención abandonar al rey mientras este viviera y le necesitara.Según la leyenda más extendida, su enemistad con Dunstán comenzó el día de su coronación, cuando no asistió a una reunión prevista con los nobles.Más tarde, dándose cuenta de que había causado la ira del rey, huyó a la presunta seguridad de su claustro, pero Eduino, animado por Ælfgifu, con quien se casó, le persiguió y saqueó el monasterio.[5] Dunstán consiguió escapar y, comprendiendo que su vida se hallaba en peligro, abandonó Inglaterra y cruzó el canal de la Mancha para llegar a Flandes, lugar del que ignoraba tanto el idioma como las costumbres de sus habitantes.En su lugar, Eduino nombró a Byrhthelm (también conocido como Brithelm o Beorhthelm), obispo de Wells.A su vez, Edgar, en una de sus primeras decisiones como rey, revocó esta designación por considerar que Brithelm ni siquiera había sido capaz de regir adecuadamente su diócesis[5] y, finalmente, otorgó el arzobispado a Dunstán.Con su ayuda y con el apoyo decidido del rey Edgar, Dunstán siguió adelante con sus reformas de la iglesia inglesa.[11] También impulsó reformas políticas dirigidas al mantenimiento de la ley y el orden.Hubo en el reino un periodo de paz más duradero del que se tenía memoria hasta entonces.[5] En 973, la destreza política de Dunstán alcanzó su cénit cuando ofició la coronación del rey Edgar.[16] Este ritual, ideado por el propio Dunstán y conmemorado con un poema en la Crónica anglosajona, constituye la base de la coronación del monarca británico actual.Gracias a la intervención de Dunstán, Eduardo fue el elegido y coronado en Winchester.Llegaron a celebrarse tres reuniones del Witenagemot (en Kyrtlington, Calne, y Amesbury) para resolver la disputa.[3] Después de esa fecha, solo se conocen otras tres intervenciones públicas suyas.Se dice que las últimas palabras de Dunstán fueron: «He hath made a remembrance of his wonderful works, being a merciful and gracious Lord: He hath given food to them that fear Him.»[5] (Él hizo portentos memorables, el Señor es bondadoso y compasivo.En el plazo de un siglo, sin embargo, su santuario fue destruido durante la reforma anglicana.[5] Está considerado el santo patrón de los orfebres, ya que trabajó como herrero, pintor y joyero.
El reinado de
Edwy el Bello
estuvo marcado por los conflictos con su familia y el enfrentamiento con Dunstán.
Dunstán coronando a Edgar. Vidriera de la
abadía de Bath
(siglo
XIX
).
Manuscrito procedente de la
abadía de Glastonbury
y conservado en la
Biblioteca Bodleiana
. Puede leerse:
Dunstan Abbas hunc libellum scribere iussit
, o sea, «El abad Dunstán ordenó que se escribiera este libro».