Órdenes menores
[4] En la iglesia ortodoxa oriental, las tres órdenes menores en uso son las de subdiácono, lector y kantor.[11][12] Entre los hombres famosos que recibieron órdenes menores sin llegar a ser diáconos o sacerdotes están Giacomo Casanova,[13] Joseph Fouché y Franz Liszt.[14] Estos receptores podían incluso contraer matrimonio sin dejar de ser clérigos, ya que en aquella época la condición de «clérigo» era conferida por la tonsura y la única restricción era que quien lo recibiera se casara una sola vez y con una virgen; sin embargo, a partir del siglo XX pasó a considerarse que un clérigo, al casarse, renunciaba a su condición de clérigo.[10] En los institutos religiosos y sociedades de vida apostólica que celebran la liturgia en la forma extraordinaria del rito romano, sin embargo, siguen siendo conferidos: Así, en la Iglesia romana hay un rito en el que sólo hay clérigos ordenados sacramentalmente, así como un rito en el que hay tanto clérigos no ordenados sacramentalmente como ordenados sacramentalmente.[29] Las comunidades (institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica) que mantienen lo que el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI llama la forma tridentina del rito romano pueden seguir utilizando el Pontifical Romano vigente en 1962 (diez años antes del Ministeria quaedam) para conferir órdenes menores.[30] Actualmente, un hombre que recibe lo que antes se llamaba una «orden menor» todavía no es clérigo, un estatus que actualmente solo se adquiere a través de la ordenación al diaconado, incluso en institutos autorizados a realizar la ceremonia de la tonsura, como la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro.[31] En las iglesias ortodoxas, especialmente las de rito bizantino, siguen existiendo los oficios correspondientes a las órdenes menores.Aun así, y de manera muy extraordinaria (y no siempre oficial), esto no sucede así para aquellas pocas comunidades que siguen los usos litúrgicos antiguos del rito romano.Aun así, el motu proprio de Francisco «Traditionis custodes» y la resolución de las dubia posteriores han dejado nítidamente claro que los sacramentos han de ser celebrados según el misal del Concilio Vaticano II promulgado por San Pablo VI y San Juan Pablo II[34].