Esto le exige dedicación plena y libre disposición a Dios.En el apartado posterior llamado «reflexión teológica» se ofrece un recorrido histórico a grandes rasgos de las principales concepciones del sacerdocio católico.A estos dio poderes especiales para expulsar demonios y curar enfermedades (cf.[2] Las otras funciones no fueron tratadas directamente debido a que más bien solo se discutieron los problemas relacionados con la teología de protestantes.Afirman que el sacrificio de Cristo que fue y es propiciatorio es lo determinante del ministerio sacerdotal para siempre C. Dillenshneider propone este aspecto como el principal y definitorio del sacerdote.Sin embargo, esta división entre obispos y sacerdotes fue objetada por algunos teólogos posteriores.Los grados o ministerios inferiores se han desarrollado por diversas necesidades litúrgicas.En cambio la tradición griega solo hizo órdenes inferiores al diaconado los de subdiácono y lector.Durante la escolástica normalmente se consideraba que cada uno de los órdenes era un sacramento con su carácter propio.[9] La mayoría de los teólogos posteriores han defendido que el episcopado no sería un orden distinto del presbiterado.Duns Scoto, por su parte, lo considera como diverso y, además, de grado eminente.En el Concilio de Trento, en el canon seis acerca del sacramento del orden se afirma que «en la Iglesia católica existe una jerarquía instituida por ordenación divina, que consta de obispos, presbíteros y ministros».Por ello, se optó por la fórmula genérica: «divina ordinatione» que implica un deseo o una intención no instituida necesariamente.La superioridad de los obispos sobre los presbíteros quedó reflejada en el canon 7: «Si quis dixerit, episcopos non esse presbyteros superiores, vel non habere potestatem confirmandi et ordinandi, vel eam quam habent, illis esse cum presbyteris communem, anathema sit».Pío XII en la constitución apostólica «Sacramentum Ordinis» (del año 1947) afronta el problema de discernir el rito principal y necesario de la ordenación y se afirma que es la imposición de manos (y no la entrega de instrumentos, como algunos tomistas pensaban) fijando las plegarias que se van a usar para ello: el documento ya no toma en cuenta las llamadas órdenes menores ni el subdiaconado, por lo que han quedado definitivamente fuera.Determinó los tres grados llamando diáconos y no «ministros» al tercero de ellos (cf.Es decir, el problema anterior relacionado con la institución del episcopado se traslada al presbiterado.En el concilio Vaticano II se restauró la figura del diácono permanente.Se restableció como «grado propio y permanente de la jerarquía» (cf.Este rito se difundió invariablemente en toda la Iglesia como consta en multitud de textos recogidos y comentados por Van Rossum.Además añade que aunque la praxis anterior haya sido distinta, de ahora en adelante no se considera imprescindible, para la validez del sacramento, la traditio instrumentorum.Ahora bien, no es lícita la ordenación de un obispo sin el permiso expreso del Papa (llamado «mandato pontificio»).Por otro lado, Cristo escogió solo a hombres tanto para ser sus apóstoles como para los 72 discípulos que envió a predicar y esto no por condicionamiento cultural, pues ya contaba con mujeres que le seguían y le ayudaban, cosa inaudita entre los rabinos del tiempo sino que también encomendó a mujeres misiones de gran importancia, como el anuncio de la Resurrección (cf.Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia».Pablo VI en la encíclica «Sacerdotalis coelibatus» afrontó las principales objeciones y, ofreciendo las motivaciones cristológicas e históricas, confirmó plenamente la disciplina de la Iglesia.Como en los demás sacramentos que implican carácter, se trata de una señal indeleble.Se menciona también una gracia especial del Espíritu Santo en los diversos grados diáconos, presbíteros y obispos.Que el celebrante sea un obispo, asegura la sucesión apostólica, ininterrumpida desde los primeros días de la Iglesia tanto en la Católica como en las Ortodoxa y Copta.Solo puede ser sacerdote el hombre bautizado que, a juicio del propio obispo o superior (si es religioso), reúna las cualidades requeridas y no tenga ningún impedimento.El rito tiene como elementos la imposición silenciosa de las manos y la oración ritual (varía según los tres grados).