De este modo, se formaba a los que eran más propios para el estudio y que podían llegar a ser presbíteros.
Su función ha sido siempre necesaria pues siempre se han leído en la iglesia las escrituras del Viejo y el Nuevo Testamento ya sea durante la misa ya en los otros oficios, principalmente en los de la noche.
La fórmula de la ordenación que se tomaba, así como para el resto de órdenes menores del cuarto Concilio de Cartago, contiene que deben leer para el que predica, cantar las lecciones, bendecir el pan y los frutos nuevos.
La iglesia los exhortaba a leer fielmente y a practicar lo que leían y los ponía en la clase de los que administran la palabra de Dios.
Historia de los sacramentos, Carlos Chardón, 1801