[2] Se creía que moraban en los árboles, en las cimas de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas.
[3] Según el lugar que habiten se las llama Nereidas (Νηρείδες),[4] Oréades (Ὀρειάς)[5] y Náyades (νηϊάδες).
[8] Homero las describe con más detalle presidiendo los juegos,[9] acompañando a Artemisa,[10] bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales.
[11] A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes.
Entre los romanos cultos su esfera de influencia fue reducida, y aparecen casi exclusivamente como divinidades del medio acuático.
[32] Los sacrificios ofrecidos a las ninfas solían consistir en cabras, corderos, leche y aceites, pero nunca vino.
Estos encuentros podían ser peligrosos, provocando enmudecimiento, enamoramiento, locura o apoplejía al desafortunado humano.
Cuando los padres creían que su hijo había sido embrujado por una nereida, rezaban a San Artemidos.