Juana de Ibarbourou

Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana de Ibarbourou, tomando el apellido de su marido, el capitán Lucas Ibarbourou, con quien se casó a los veinte años.

Su madre, Valentina Morales, pertenecía a una de las familias españolas más antiguas del Uruguay.

[5]​ Sus primeros poemas fueron publicados en periódicos bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar.

En su conferencia, titulada Casi en pantuflas, expuso que el acto de creación poética ocurría en soledad, en un ambiente cotidiano.

[11]​ En 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez.

[12]​ Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez la visitaron en su casa en Montevideo.

En 1962, y con cinco invitaciones para dar conferencias en Madrid, Galicia, Israel y Colombia, escribió al periodista Hugo Petraglia Aguirre: “Tú sabés que hasta la esquina de mi casa resulta lejana e inaccesible para mí.

[14]​ Según Diego Fischer, en su libro Al encuentro de las tres Marías, Juana de Ibarbourou aceptó la condecoración "presionada por su hijo" Julio César Ibarbourou, durante una época en la que su hijo le había cortado los vínculos sociales que mantenía; y consideró a la condecoración como infame y causante de deshonra.

Debido a que él llevaba una relación paralela con una mujer casada, producto de la cual nacieron dos hijos, Agustín y Eustaquio, durante la madurez Juana se interesó por conocer a sus medios hermanos.

[19]​ Juana fue criada por sus padres y especialmente por su nodriza Feliciana, una mujer afroamericana, la cual también se mudaría junto a ella luego de que Juana se casara y la acompañaría durante buena parte de su vida, hasta que en la década de 1940 la nodriza, ya entrada en años, decide volver a Melo.

[19]​ Pese a que en su fe de bautismo figuran como padrinos Francisco y Lorenza San Martín, Juana sentía gran admiración por el militar uruguayo Aparicio Saravia y afirmaba que era él su padrino.

[6]​ En su primer libro, dedicado a su compañero y esposo, se desveló entregándose totalmente en sus poemas hasta quedar en un estado de vulnerabilidad.

Para Ibarbourou era el reflejo del alma de una muchacha sensible y apasionada.

[9]​ En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, jugando con imágenes surrealistas.

Casa de Juana de Ibarbourou en Melo , Uruguay . Actualmente funciona como museo. [ 3 ]
Casa en donde Juana vivía junto a su esposo Lucas en 1924; ella misma la describió manuscritamente que era la «Casa de la felicidad». [ 18 ]