Es considerado uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano.Ahí expresó: «No hay Dios; los seres de la naturaleza se sostienen por sí mismos».Sin embargo, sería exaltado como el primer orador y más tarde como el mejor escritor de su tiempo.Con respecto a sus ideas progresistas, ha sido descrito como "El más radical, el más intransigente, el más consecuente de los llamados liberales fue Ramírez, tan radical y de ideas tan para su época y circunstancias que podríamos catalogarlo no sólo como un liberal político sino como: feminista, indigenista, ateo, pluralista, escéptico ilustrado, ecologista, librepensador a ultranza, luchador social.[7] En 1846 fundó el Club Popular, donde divulgó sus ideas liberales avanzadas en materia de reforma política, económica y religiosa, por lo que estuvo en prisión.Posteriormente viajó a Baja California, donde descubrió la existencia de zonas perlíferas y canteras de mármol, sobre las que escribió brillantes artículos que revelaron aquella riqueza.Al triunfo de la Revolución de Ayutla fue liberado y fungió como secretario personal de don Ignacio Comonfort; al advertir que este falseaba sus principios liberales, renunció a su puesto para afiliarse con Benito Juárez, Melchor Ocampo y Guillermo Prieto en el partido liberal y combatir con su pluma al renegado.Cabe mencionar que, según la Historia del Congreso Constituyente, obra de don Francisco Zarco, el licenciado Ignacio Ramírez ocupó un altísimo lugar como orador parlamentario y líder del radicalismo.No insinuó ni aceptó la menor recompensa por sus persecuciones y miserias que pasó por largos años, ni se adjudicó la más pequeña propiedad para pasar holgadamente el resto de sus días.[cita requerida] Su ateísmo fue causa de escándalo cuando el muralista Diego Rivera pintó un mural en el Hotel del Prado, donde Ignacio Ramírez aparece sosteniendo un letrero que dice: "Dios no existe".Rivera afirmó: "Para decir que Dios no existe, no tengo que esconderme detrás de don Ignacio Ramírez; soy un ateo y considero la religión una forma de neurosis colectiva."[20] El fresco fue agredido por estudiantes católicos, hubo marchas de católicos indignados y tuvo que ser cubierto hasta que el pintor lo cambió por "Academia de Letrán 1836", en alusión al sitio y la fecha en que El Nigromante pronunció la provocativa frase, durante su discurso de ingreso a dicha academia.