Y sus abuelos maternos, José Celigüeta e Isidra Bueno, ambos de Pitillas.
[4] Con cuatro años le toca vivir la ocupación francesa de su ciudad natal en 1808 y el caos que se apoderó de sus vecinos el día que las tropas galas entraron en ella.
Al parecer, según recordaba años después, la vanguardia francesa, formada por caballería polaca, cargó y alanceó a varios vecinos hasta matarlos.
Una vez en Navarra los realistas se encaminan hacia Vitoria teniendo un encuentro el 27 de octubre con los constitucionales en Nazar, donde son derrotados, siendo sustituido Quesada en el mando por Ladrón de Cegama que logra acercarse a Vitoria reagrupando todas las fuerzas.
[10] Desde 1824 hasta 1832 estuvo de guarnición como capitán en Madrid, sirviendo en la Inspección general de infantería, en Zaragoza y en varios otros puntos, teniendo las más veces como jefe superior al coronel Tomás Zumalacárregui.
[9] Sustituyó algún tiempo en la Comandancia general de Navarra al general Francisco García, ínterin atendía a su salud, operando sin tregua ni descanso contra los generales Iribarren, Van Halen y Conrad, con tanto acierto y fortuna, que al entregar él el mando interino de Navarra, les había forzado a retirarse a Pamplona y eran dueños los carlistas de toda la región.
[11] Zaratiegui fue reducido entonces a estrecha prisión en Zúñiga y conducido con escolta al fuerte de Arciniega.
[11] En 1849, terminada la campaña montemolinista, promovida por Carlos Luis de Borbón, sucesor de Carlos María Isidro, en la cual no tomó parte, volvió a España, acogido a la amplia y generosa amnistía concedida por Isabel II, pues se le reconocían los grados y condecoraciones que había ganado en el campo carlista.
[11] Más tarde Isabel II le agració con las grandes cruces de Isabel la Católica y San Hermenegildo, le ascendió a teniente general en 1868, nombrándole director de la Guardia Civil, a cuyo benemérito cuerpo supo infiltrar la organización que en otro tiempo planeara el genial Zumalacárregui.
Don Carlos le encomendó el alzamiento de Andalucía, pero la falta de salud le impidió realizarlo, y murió poco después en Utrera (Sevilla) sin haber desenvainado nuevamente la espada por la causa carlista.