En 1943 los franceses Jacques-Yves Cousteau y Émile Gagnan fueron los inventores de los reguladores utilizados todavía actualmente en el buceo autónomo (tanto profesional como recreativo).
En ese año Émile Gagnan (ingeniero empleado en Air Liquide, empresa de París especializada en gases comprimidos) miniaturizó un regulador Rouquayrol-Denayrouze para adaptarlo a los motores gasógenos de los automóviles, pues los alemanes ocupaban Francia y confiscaban toda la gasolina.
Desde ese momento el buceador se libró del cordón umbilical que le mantenía unido a la superficie.
En 1957, con un equipo fabricado por la empresa Nemrod permitió al barcelonés Eduard Admetlla a sumergirse hasta los 100 metros de profundidad estableciendo así un récord mundial.
Sorprendentemente, esta tecnología se ha mantenido casi sin cambios durante más de cincuenta años.
Según las distintas escuelas y normativas, el buceo recreativo se limita por lo general a los 20-40 metros de profundidad,[11] mientras que en el buceo profesional, con mezclas especiales de gases, se suelen alcanzar profundidades superiores a los 100 m. El buceo libre o en apnea consiste en realizar inmersiones manteniendo la respiración después de una profunda inspiración en superficie.
En el mundo hay diferentes agencias certificadoras y entidades gubernamentales o privadas que se encargan de garantizar estos procesos.
En el Código Internacional de Señales se estipula que la bandera alfa (A) en una embarcación estacionaria significa «Buzo sumergido, mantenga distancia».
[12] Si bien para la práctica del buceo recreativo todas las certificadoras recalcan que la regla más importante es nunca bucear solo, existe discusión al respecto, en 2001 Drew Richardson, un importante miembro de PADI, se pronunció en forma favorable al buceo solitario, reconociendo que este puede ser aceptado para buceadores debidamente calificados y con la experiencia necesaria.
Las aletas, también llamadas gualetas, chapaletas, o patas de rana, son dos palas que se prolongan desde los pies.
Las botellas deben pasar revisiones periódicas para comprobar la fatiga de los metales, teniendo cada país su propia normativa.
Nunca se debe sobrepasar la presión de carga, ni exponerlas a temperaturas altas.
Gracias a ello realiza cálculos sobre el tiempo límite sin paradas de descompresión y lo muestra en pantalla en tiempo real, para que el buceador pueda consultarlo en todo momento y evitar superar los límites de seguridad.
A partir de determinada profundidad su flotabilidad se vuelve negativa y le permite realizar un descenso sin esfuerzo.
Luego, para cálculos rápidos y sencillos, se puede asumir que, por cada 10 metros de profundidad, la presión aumenta 1 atmósfera o 1 bar, pues 1,013 bar=1 atm.
Así, en una masa constante de un gas la relación entre estas variables está definida por la siguiente igualdad:
Así, una masa constante de aire, que en superficie (1 bar) ocupa un litro, verá su volumen reducido a la mitad (
El fenómeno de difusión entre dos gases, es decir, la velocidad a la que se mezclan es explicado por esta ley.
[19] Aun así el buceo es considerado una de las actividades más seguras del mundo por especialistas.
El cuerpo humano está compuesto de materia en sus tres fases básicas (sólida, líquida y gaseosa).
Esto, ligado a la arquitectura anatómica, permiten definir tres «compartimentos» básicos a tener en cuenta: Además de considerar al cuerpo del buzo como un conglomerado de materiales, cada uno con sus propiedades físicas, es necesario explicar algunos mecanismos fisiológicos reflejos que se desencadenan en la inmersión.
La solución al problema radica en respirar de manera continua, simplemente, manteniendo las vías aéreas hacia los pulmones abiertas.
Se estaría bloqueando la salida del aire sobrante de los pulmones hacia la vía aérea, aumentando mucho la presión en ellos, e incluso llegando a romperlos.
El O2 respirado es transportado internamente por la hemoglobina presente en la sangre, aunque una parte importante circula bajo forma disuelta.
En el 5-10 % se producen síntomas del sistema nervioso tales como mareos (5 %), parálisis, colapso o inconsciencia (3 %).
En estos casos, mediante esta técnica se vuelve a comprimir inmediatamente al buceador hasta un nivel profundo.
Después se realiza la descompresión durante un periodo de tiempo varias veces mayor que el habitual.
Esto crea un gradiente de presiones en las interfases alveolo-sangre, que permiten el intercambio gaseoso.
Si el buzo toma respiraciones superficiales, está inhalando proporcionalmente menos aire fresco y más dióxido de carbono.
Por tanto la respiración superficial no es eficaz porque una cantidad muy pequeña del aire que mueve toma parte en realidad en el intercambio gaseoso.