Si la temperatura desciende aún más, el afectado puede perder la consciencia e incluso morir.
La patente eléctrica característica del síndrome hipotérmico es la onda de Osborn.
Se producen escalofríos que pueden ir de leves a fuertes.
Los vasos sanguíneos distales en las extremidades se contraen, disminuyendo la pérdida de calor hacia el exterior por vía aérea.
A menudo, el afectado experimentará una sensación cálida, como si se hubiera recuperado, pero es, en realidad, la partida hacia la Etapa 2.
Otra prueba para ver si la persona está entrando en la fase 2 es que no sean capaces de tocar su pulgar con su dedo meñique; es el primer síntoma de que los músculos ya no funcionan.
Labios, orejas, dedos de las manos y pies pueden tomar una tonalidad azulada.
El organismo, cuando no puede calentar todo el cuerpo, concentra la circulación sanguínea en el tronco y los órganos vitales (cerebro y corazón), por lo que son estas las zonas que hay que proteger preferentemente con sombreros, bufandas, orejeras, gafas, abrigos.
Cuando hace mucho frío, las funciones vitales se ralentizan y quien puede parecer muerto por congelación a lo mejor revive al recuperar la temperatura.
[1] El riesgo principal es que se transfiera demasiado rápida o bruscamente sangre fría de la periferia a los órganos vitales del interior del cuerpo causando mayor disminución de su temperatura, el shock y la muerte.
Por eso la lucha contra la hipotermia es esencialmente un calentamiento pasivo: la víctima es colocada en un ambiente cálido y se calienta por sí misma.