El intelectual y el político integran la personalidad de Unanue; fue un hombre que se sintió llamado a desempeñar un papel de responsabilidad social a la vez que era un notable intelectual.
Nació en la ribereña ciudad de Arica que pertenecía al Virreinato del Perú.
Hacia 1777 se trasladó a Lima e ingresó a la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, poniendo de relieve su verdadera inclinación: las Ciencias Naturales.
Los temas del Mercurio Peruano eran diversos y de un interés notable.
Unanue contribuyó con artículos cuya importancia ideológica se anunciaba en la "Idea General del Perú" aparecida en su primer número, un ensayo analítico encaminado a que el Perú fuera conocido no solo por los peruanos sino también en el extranjero.
Esta tarea cumplida terminó por encumbrarlo definitivamente dentro del ambiente intelectual limeño.
A sus propias expensas costeó por su parte, la dotación de enseres e instrumentos para el nuevo local que también contó con el apoyo altruista del gobierno, del alto clero y de familias y personas pudientes de la capital e interior del país.
También a instancias de Unanue el virrey instaló el cementerio en las afueras de Lima (hoy Cementerio Presbítero Maestro), pues hasta entonces los entierros se hacían en los recintos religiosos.
Retornó a la capital en 1820, llamado por los sucesos que anunciaban ya una próxima emancipación política del Perú.
[2] Unanue no aceptó esta nominación y retornó a Lima.
Sin embargo, a pesar de que dicho congreso estuvo convocado, el mismo decidió no asumir ningún tipo de atribuciones y no llegó a entrar en funciones.
Él mismo, ya en sus días últimos, frecuentó a un vecino ilustre, el exdirector supremo de Chile, Bernardo O’Higgins, dueño de la hacienda Montalván.
Hipólito Unanue fue de personalidad polifacética, como médico, físico y estadista.
Su obra dispersa fue compilada en forma incompleta por su descendiente, Eugenio Larrabure y Unanue, en 1914.
En 1789 contrajo matrimonio con Manuela de la Cuba y la Rocha, con la que no tuvo descendencia.