Trastorno dismórfico corporal

Se estima que el 1-2 % de la población mundial reúnen los criterios diagnósticos propios del TDC.

Los afectados por TDC padecen durante muchos años antes de decidirse a buscar ayuda psicológica o psiquiátrica.

A veces incluye el evitar aparecer en público e incluso ir a trabajar, comportamiento como salir de casa solo de noche para no ser vistos o no salir en absoluto, llegando al aislamiento social.

El trastorno generalmente se diagnostica a aquellas personas que son extremadamente críticas de su físico, apariencia o imagen corporal a pesar del hecho de no tener un defecto o deformación objetiva que lo justifique.

Se piensa erróneamente que el TDC está motivado por una excesiva y enfermiza vanidad o egolatría.

Al contrario, las personas con TDC no creen ser más guapos y atractivos que los demás; en realidad perciben y piensan que sus hipotéticos defectos son irrevocablemente feos; o que determinados rasgos y características físicas no son tan buenos como ellos quisieran, acompañado de un desagradable sentimiento de ser imperfectos e/o inferiores a los demás.

Los casos más extremos pueden hacer que una persona desarrolle la llamada timidez amorosa (proveniente del concepto anglosajón love shy o love-shynesss y utilizado por el psicólogo Brian G. Gilmartin), una forma crónica de evitación de todas las relaciones íntimas.

Phillips documentó que el 97 por ciento de los pacientes con TDC evitan las actividades sociales normales y ocupacionales.

Muchos presentan ideas suicidas o autodestructivas, y suelen invertir varias horas del día en mirarse al espejo,[8]​ un acto compulsivo que corresponde a lo que se conoce como una práctica ritual desde el punto de vista psiquiátrico.

La dismorfofobia es mucho más común entre jóvenes de clase alta, con pocos o ningún defecto físico.

Una predisposición genética o antecedentes familiares para el TOC, puede hacer que las personas sean más susceptibles de desarrollar este trastorno.

Se ha sugerido que la burla, crítica o humillación sobre la apariencia física podría desempeñar una función importante en el desarrollo del TDC.

Aunque es poco probable que las burlas causen por sí mismas dismorfofobia, aun así, los niveles extremos de abuso en la infancia o juventud, acoso y tortura psicológica etiquetados y calificados como «burlas» o «bullying» a veces conduce a un trastorno de estrés postraumático en la persona.

[cita requerida] Muchas otras experiencias de vida también pueden actuar como desencadenantes de la dismorfofobia; por ejemplo, el abandono, físico, emocional o sentimental; fracaso en relaciones, resultados académicos o laborales; generan traumas psíquicos que provocan inseguridad y miedo patológico al rechazo.

[8]​ Se ha teorizado que los medios de comunicación pueden contribuir a la aparición del TDC, por ejemplo, modelos, actores, cantantes y personajes famosos en general; y la necesidad implícita de la belleza estética a la que va asociada.

Sin embargo, el TDC se produce en todas las partes del mundo, incluidas en zonas aisladas donde los medios de comunicación son limitados o casi inexistentes.

La presión mediática es un factor causal poco probable para TDC, aunque sí que puede actuar como un catalizador en sujetos que están genéticamente (o psicológicamente) predispuestos; o también podrían empeorar los síntomas de TDC ya existentes.

Los síntomas comunes incluyen: Conductas compulsivas comunes asociadas con el TDC: Las principales obsesiones son con la piel, cara, genitales, arrugas, dientes, pecho, nalgas, cicatrices, asimetría facial, pelo, vello facial, labios, nariz, ojos, cabeza, muslos, piernas, abdomen, orejas, barbilla, etc.

En un estudio de 54 pacientes con TDC que fueron asignados al azar a dos grupos, uno siguiendo el modelo de terapia cognitivo-conductual, y otro sin tratamiento, los síntomas del TDC se redujeron significativamente en los pacientes sometidos a la TCC.

Asimismo como es común con los trastornos crónicos los pacientes encuentran mucha ayuda al concurrir a grupos de apoyo.

[28]​ Un enfoque combinado de terapia cognitivo-conductual (TCC) y antidepresivos es más eficaz que si se emplean por separado.