Eugenio III reiteró esta decisión, y autorizó a Marsella, la República de Pisa, la República de Génova, y otras grandes ciudades mediterráneas a participar en la Reconquista.
Las circunstancias eran propicias para la acción de los cristianos, ya que los almorávides, inmersos en revueltas internas de los propios musulmanes, estaban en plena decadencia en la península, y los almohades aún no habían logrado consolidarse.
[12] Se marco el 1 de agosto como la fecha en la que los aliados debían acudir.
También se establecía que los genoveses no pagarían peajes en ninguno de los estados del conde, al igual que los vasallos del conde tampoco lo harían en los territorios y puertos de la república genovesa; que mientras estuvieran juntos los dos ejércitos, ninguna de las dos partes podría firmar convenios para atacar otra ciudad sin el consentimiento de la otra parte; y por último, que de las conquistas hechas en la península, los genoveses reconocerían el dominio del conde y sus sucesores.
A pesar de la vehemencia con la que se atacó la ciudad, tanto por mar como por tierra, los musulmanes resistían admirablemente.
En las salidas, los moros perdieron la flor de su caballería, según confiesan sus historiadores.
Según los historiadores árabes, los musulmanes asediados en Almería, carentes de víveres, diezmados por los combates, no esperando socorro de nadie, quisieron entregarse por avenencia y se rindieron a Alfonso VII.
Ahí se cuenta que los musulmanes realmente se determinaron a rendirse y para tratar la rendición fueron enviados a la ciudad el rey de Navarra y el conde de Oregio.
El conde de Barcelona y los genoveses, no consintiendo este trato, se dispusieron a dar un último asalto.
Ordenaron el ejército, dividido en doce partes de mil hombres cada una, y se llegó a los muros mientras los reyes de León y Navarra permanecían en retaguardia.
Los cristianos, viéndose en situación comprometida, pidieron auxilio a Alfonso VII, quien acudió con una hueste de 12.000 hombres, más 6.000 que llevaba su fiel aliado musulmán Ibn Mardanís, rey de Murcia, llamado el Rey Lobo.
A pesar de la importancia de este ejército, los cristianos no pudieron conseguir que el asedio fuera levantado, y el emperador Alfonso y el Rey Lobo tuvieron que retirarse.