La caída de Edesa en 1144 animó al papa Eugenio III a convocar la cruzada en la península ibérica.
Allí decidieron entrevistarse con el rey Alfonso I de Portugal.
Los cruzados decidieron ayudar en el ataque a Lisboa en un acuerdo por el cual se le ofreció a los cruzados el saqueo de la ciudad de mercancías y dinero previsto en un principio para el intercambio de presos.
[1] La mayoría de los cruzados se asentaron en la recién tomada ciudad.
Lisboa se convertiría en la capital del Reino de Portugal en 1255.