La Segunda Cruzada fue convocada en 1145 en respuesta a la reconquista del condado de Edesa un año antes.
Después de cruzar el territorio bizantino, ya en Anatolia, ambos ejércitos fueron derrotados, por separado, por los turcos selyúcidas.
Edesa se encontraba en el extremo norte, siendo también el estado más débil y menos poblado; como tal, era objeto de frecuentes ataques de los estados musulmanes vecinos, gobernados por los ortóquidas, danisméndidas, y turcos selyúcidas.
Tanto Zengi como el rey Balduino II volvieron entonces su atención hacia Damasco.
El obispo Hugo de Jabala le transmitió las nuevas al papa Eugenio III que no tardó en emitir la bula Quantum praedecessores el 1 de diciembre del mismo año, por la que convocaba una segunda cruzada.
Es una cuestión debatida si Luis planeaba una cruzada por su cuenta, o si se trataba de un mero peregrinaje con la finalidad de cumplir el juramento que su hermano Felipe había hecho sobre ir a Tierra Santa y que no había podido cumplir por su temprana muerte.
Quizá a Luis no le había llegado la bula cuando hizo el anuncio, pero en cualquier caso, ni el abad Suger ni otros nobles se mostraron partidarios de los planes del rey, puesto que le ausentarían del reino durante varios años.
En un comienzo, apenas hubo entusiasmo popular por la cruzada, como sí que había ocurrido en 1095 y 1096.
Sin embargo, el papa encargó a Bernardo, uno de los hombres más famosos y respetados de la Cristiandad, que predicase la cruzada, y le garantizó las mismas indulgencias que Urbano II había concedido durante la Primera Cruzada.
San Bernardo escribió al papa pocos días después: «Abrí la boca, hablé, e inmediatamente los cruzados se multiplicaron hasta el infinito.
También, al igual que meses antes en Vézelay, mucha gente común tomó la cruz en Alemania.
Luis y Eugenio contaron con el apoyo de aquellos príncipes cuyas tierras tendrían que cruzar: Geza de Hungría, Roger II de Sicilia y el emperador bizantino Manuel I Comneno, aunque este último pidió que los cruzados le jurasen fidelidad, lo mismo que había pedido su abuelo Alejo I Comneno.
[7] El papa también autorizó la cruzada en España, aunque hacía ya mucho tiempo que en ese territorio se mantenían en marcha guerras contra los musulmanes.
No obstante, decidieron seguir a Conrado y se pusieron en camino el 15 de junio.
El 13 de abril, Eugenio confirmó esta cruzada, comparándola a las realizadas en España y Palestina.
Ningún rey ni príncipe dirigía a estas tropas; Inglaterra estaba por entonces dominada por la anarquía.
Casi al mismo tiempo, los ejércitos españoles comandados por Alfonso VII de Castilla y Ramón Berenguer IV de Barcelona, entre otros, conquistaron Almería y Tarragona, con ayuda del mismo ejército cruzado.
Para empeorar las cosas, varios soldados alemanes murieron en una inundación a comienzos de septiembre.
En Asia Menor, Conrado decidió no esperar a los franceses y marchó contra Iconio, capital del selyúcida sultanato de Rüm.
Desde las negociaciones originales entre Luis y Manuel, este último había detenido las hostilidades con el Sultanato de Rüm, se había aliado con su sultán Mas'ud, sin embargo, las relaciones de Manuel con el ejército francés fueron algo mejores que con los alemanes y Luis fue recibido espléndidamente en Constantinopla.
Los turcos estaban realmente esperando para atacarles, pero en una pequeña batalla a las afueras de Éfeso, vencieron los franceses.
Luis quiso continuar por tierra y se decidió reunir una flota en Adalia que les llevase a Antioquía.
Casi todo el ejército pereció, ya fuese a manos de los turcos o por distintas enfermedades.
Algunos franceses consideraron que así habían llevado a cabo su peregrinaje y querían volver a casa; algunos barones del reino señalaron que no sería acertado atacar Damasco, su aliado contra los zéngidas.
Los cruzados decidieron atacar Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres.
Los musulmanes estaban preparados para el ataque y hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas.
Los cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas, emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad.
Por entonces Nur ad-Din ya había llegado y les fue imposible regresar a su posición anterior.
Se trazó un nuevo plan para conquistar Ascalón y Conrado llevó allí sus tropas, pero no llegaron más refuerzos, debido a la desconfianza nacida entre los cruzados durante el fallido asedio de Damasco.
Balduino III finalmente sitió Ascalón en 1153, lo que atrajo a Egipto al ámbito del conflicto.