Tanto la lengua como las legiones fueron apoyadas por el comercio, siendo al mismo tiempo parte de su espina dorsal.
Aunque en teoría los miembros del Senado y sus familias tenían prohibido dedicarse al comercio, los miembros de la orden ecuestre sí lo ejercieron, a pesar de sus aristocráticos valores que hacían énfasis en pasatiempos militares y actividades recreativos.
Los plebeyos y libres tenían tiendas o atendían puestos en los mercados mientras grandes cantidades de esclavos hacían casi todo el trabajo duro.
También compraban y vendían productos básicos a granel o comerciaban bienes en cantidades al por mayor.
Llevaban estrictos libros, llamados tabulae, que los tribunales trataban como prueba legal.
Antes y después del Imperio, las posiciones defensivas en cimas de montes fueron preferidas para los asentamientos pequeños, pues la piratería hizo el establecimiento costero particularmente peligroso para todos, salvo las ciudades más grandes del imperio.
Para el siglo I, las provincias del Imperio Romano negociaban los enormes volúmenes de mercancías entre ellas por rutas marítimas.
El grueso de la mercancía negociada, al ser agrícola, no dejó ningún resto arqueológico directo.
Pero no podemos hacer una sola referencia al comercio entre Siria a Roma del dulce o mermelada de membrillo.
[2] Incluso antes de la república, la monarquía romana estuvo involucrada en comercio regular a través del río Tíber.
Antes de que las guerras púnicas cambiasen totalmente la naturaleza del comercio en el mediterráneo, la República Romana mantenía importantes intercambios comerciales con Cartago, entrando en varios acuerdos comerciales y políticos además del mero mercadeo al por menor.
El sistema romano de medidas fue elaborado a partir del griego con influencias egipcias.
Hay también algunas especulaciones sobre que pudieran haber sido indios americanos náufragos a través del Atlántico.
Puede sospecharse cierta confusión en este pasaje dado que Metelo Celer murió antes de tomar posesión del proconsulado, dejándolo así libre para Julio César.