Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que había perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil; a lo demandado por el nacional Oribe, Rosas accedió con aporte de tropas y armamento.Con esta ayuda, Oribe invadió el Uruguay y sitió la ciudad de Montevideo.Este avance tecnológico acicateó a los gobiernos británico y francés que, desde entonces, siendo las superpotencias de esa época, pretendían lograr garantías que permitieran el comercio y el libre tránsito de sus naves por el estuario del Río de la Plata y todos los ríos interiores pertenecientes a la cuenca del mismo.Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el sitio ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las naves a recostarse para pasar por allí.Rosas estaba al tanto de sus anotaciones, y es por ello que decidió preparar las defensas en dicho sitio.[3] En las filas argentinas revistaban voluntariamente algunos soldados nacidos en las islas británicas; alegaban no estar cometiendo traición alguna, ya que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda no había declarado formalmente la guerra a la Confederación Argentina.El combate se inició al amanecer del día 20 de noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros aguas abajo del río Paraná, cuando tres lanchones argentinos que patrullaban el río fueron atacados por la artillería de la flota anglo-francesa.Al encontrarse la nave capitana francesa de frente a las baterías defensoras, estas abren fuego matando en el acto a 28 hombres de dicho buque y dañando seriamente su arboladura (se contabilizaron 11 disparos solo en el palo mayor).Era tal el furor con que ambas fuerzas se batían, que en un momento dado Mansilla (sin perder su acostumbrada serenidad) le preguntó a su amigo italiano: «Che, Alberti, ¿qué es eso que echan al agua, de aquel barco?», a lo cual el italiano (luego de mirar a través de su catalejo) contestó: «¡Son corpos [‘cuerpos’], usía!».Con la considerable disminución en los disparos de la escuadra defensora, los atacantes vuelven sobre las cadenas, encabezados por el buque Firebrand y, a martillazos sobre un yunque, logran cortarlas.Pero cuando pretendieron sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la caballería del coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en forma temporal, cediendo ante un segundo ataque ―esta vez de marinos franceses e infantes de marina británicos― que fue más eficaz.También se perdió el buque Republicano, que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de defenderlo.Los agresores, por su parte, tuvieron 26 muertos y 86 heridos y sufrieron grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer casi inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de urgencia.Nuestra pérdida puede aproximarse a trescientos valientes entre muertos, heridos y contusos; la del enemigo puede decirse que es doblemente mayor; han echado al agua montones de cadáveres (...).En cambio, la flota anglo-francesa logró algunos resultados comerciales en la provincia de Corrientes, que desde hacía varios años permanecía rebelde a la autoridad nacional del general Rosas.Algunas naves continuaron su camino hasta Paraguay, país que también resultaba afectado por el conflicto.Josefa Ruiz Moreno, Rudecinda Porcel, María Ruiz Moreno, Carolina Suárez, Francisca Nabarro y Faustina Pereira respondían a Petrona Simonino, según el parte de guerra, heroicas mujeres que el relato histórico no supo reconocer con justicia.Junto a otras mujeres que también contribuyeron en la contienda, hacían las veces de enfermeras y trasladaban los heridos fuera del alcance de las balas y el cañoneo anglo francés que provenía desde el río Paraná.En el parte de guerra, confeccionado por el general Mansilla, se la cita de forma especial con la siguiente mención: «Tuvieron que dejar aquel lugar, bajo un fuego abrasador, para alejar las carretas del Parque, con crecido número de heridos y familias, en las cuales se distinguió por su valor varonil la esposa del capitán Silva, doña Petrona Simonino».[4] Como ya se dijo, no fue la única mujer con protagonismo en esta batalla, tal como dejó consignado Francisco Crespo, el ayudante de Lucio Mansilla, en el parte que envió a Rosas: «También han muerto con heroicidad varias virtuosas mujeres, que se mantuvieron en este sangriento combate al lado de sus esposos, hijos o deudos, socorriendo a sus heridos y ayudando a los combatientes en la defensa del honor argentino».Más allá de la órbita familiar rosista, Pascuala Beláustegui de Arana fue una federal experta en política y, en las filas unitarias, se destacó, entre otras mujeres, Eulalia Ares Bildazo, con gran protagonismo en la política catamarqueña del período.El general José de San Martín (1778-1850) expresó desde su exilio en Francia a su amigo Tomás Guido: Esta batalla ―pese a ser una derrota táctica― dio como resultado la victoria diplomática de la Confederación Argentina, debido al alto costo que demandó la operación.Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná como una navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental.
Monumento a los héroes de la batalla de Vuelta de Obligado, inaugurado en el marco de los Festejos por el
Bicentenario Argentino
.
Sitio del
río Paraná
en donde tuvo lugar el encuentro.
Fragmento de las cadenas utilizadas en la batalla, exhibidas en el Museo del Bicentenario.