Neurosis

Se trata, en realidad, de un rasgo caracterial que acompaña al sujeto durante toda su vida, de gravedad muy variable, desde grados leves y controlables hasta situaciones gravemente incapacitantes que pueden llegar a precisar hospitalización.La teoría psicoanalítica afirma que la neurosis es una afección psicógena cuyos síntomas cumplen una función simbólica que pretende volver a poner en escena un viejo conflicto infantil, siendo la manifestación neurótica el resultado del compromiso posible entre el deseo y la defensa.El médico escocés William Cullen publica en 1769 su obra Synopsis nosologiae methodicae, refiriéndose con el término neurosis a un trastorno general del sistema nervioso, sin fiebre ni otras lesiones orgánicas demostrables, y capaz de alterar las capacidades sensitivas y motoras del individuo, mezclándose en este concepto patologías tan dispares como mareos y desmayos, el tétanos, la rabia, las crisis histéricas, la melancolía (posteriormente denominada depresión) o la manía.Así mismo, Cullen, incluyó en el grupo de las neurosis otras enfermedades tan dispares como la apoplejía, la epilepsia o la somnolencia.[3]​ La teoría psicoanalítica afirma que la neurosis es una afección psicógena cuyos síntomas cumplen una función simbólica que pretende volver a poner en escena un viejo conflicto infantil, siendo la manifestación neurótica el resultado del compromiso posible entre el deseo y la defensa.Su actividad se ve cercenada por las restricciones superyoicas y sus esfuerzos se dilapidan en interminables luchas contra el ello, cuyas constantes intrusiones menoscaban su organización y lo escinden intestinamente, escisión que fue objeto de su propio artículo por parte de Freud.Las perturbaciones neuróticas no tendrían causas patógenas específicas, lo que las distinguiría de patologías somáticas tales como las infecciones.La neurosis infantil bien puede pasar completamente desapercibida o exteriorizarse durante un corto período.Cobran entonces gran significatividad contingencias tales como el abuso sexual perpetrado en esos años por adultos, una seducción por un niño algo mayor, como pudiera ser un hermano, y el tomar conocimiento, sea visual o auditivamente, de relaciones sexuales entre los padres.Estas experiencias a menudo atizan la sensibilidad sexual del niño, de cuyas propias apetencias concupiscentes ya no podrá sustraerse.Los síntomas neuróticos constituyen, para Freud, “una satisfacción sustitutiva de algún querer-alcanzar sexual o bien unas medidas para estorbarlas, por lo general unos compromisos entre ambas cosas”.Si bien Freud encuentra en las pulsiones sexuales los más destacados agentes etiológicos de las neurosis, concede que aún no ha quedado zanjada la cuestión de si es esa una prerrogativa que les corresponde exclusivamente a ellas.Por lo pronto, la sexual es la función que ha sido más decidida y ampliamente censurada en pos del progreso cultural.[15]​ En 1909 Pierre Janet publica Las neurosis, obra en la que establece el concepto de "enfermedad funcional" frente al modelo anatómico-fisiológico.[16]​ Le reconocen a Freud y a sus seguidores el haber descubierto que “la patología de esta autoconstrucción del personaje” se arraiga en las primeras relaciones de objeto y en las identificaciones facilitadas o inhibidas por las mismas.[16]​ La existencia del neurótico se encuentra perturbada, en especial por lo que refiere al entorno familiar.En la fobia, la angustia toma la forma del pánico frente a un objeto, una acción o una situación simbólica.En algunos casos, se producirían reacciones ansiosas o depresivas como resultado del malestar interior de un yo que, pese a buscar su unidad y su identidad, no logra encontrarlas.Dejadme”) “un rasgo característico de la resistencia neurótica a toda tentativa médica o psicoterápica”.[19]​ Aunque especialmente difícil de contrarrestar en las crisis maníacas y melancólicas, también en los neuróticos el insomnio sería habitual.
Wilhelm Roux , padre de la embriología experimental . Freud homologa el impacto diferencial que tendría determinada excitación en uno u otro momento del desarrollo del yo al que, según los trabajos de Roux, podría provocar cierto estímulo potencialmente patógeno si se lo dejara influir sobre células germinales o sobre un animal ya desarrollado.