Se trata de un acto nocivo o inútil que el sujeto realiza contra su voluntad, experimentando sufrimiento y que puede agotar su energía psíquica, llegando incluso a incapacitarlo para realizar otras actividades.
En la definición clásica de Freud los síntomas son actos nocivos o inútiles que el sujeto realiza contra su voluntad, experimentando displacer, sufrimiento y a veces incluso dolor, que agotan su energía psíquica y algunas veces lo incapacitan para realizar otras actividades.
[1] La primera teoría psicoanalítica del síntoma aparece en 1895 cuando Josef Breuer y Sigmund Freud recién estaban descubriendo el inconsciente.
En esa época Breuer y Freud pensaban que la génesis de los síntomas histéricos que estaban tratando era un proceso anímico cargado con intenso afecto al cual se le había impedido el acceso a la conciencia, y por lo tanto la abreacción, por lo cual el efecto estrangulado había optado por una vía alternativa y en vez de llegar a la conciencia había encontrado su desagote en una inervación corporal, es decir, en una conversión.
La represión se produce porque la satisfacción de esa pulsión provocaría un displacer muy grande al Yo.
Por eso, para el psicoanálisis, a diferencia de la psiquiatría, las actuaciones, las adicciones, los delirios, las alucinaciones, el fetichismo, voyeurismo, sadismo, masoquismo no son síntomas cuando no cumplan con los requisitos de ser formaciones transaccionales entre un deseo y una defensa.
La angustia o la inhibición tampoco son síntomas para el psicoanálisis, ni el fenómeno psicosomático.
Para el psicoanálisis el síntoma no es el afecto o la vivencia sino un hecho del discurso porque conocemos solo el texto que el paciente relata en sesión.
Pero no son solamente lenguaje, el síntoma es una manera que encuentra el sujeto de gozar.