Pedro Henríquez Ureña

Tras completar los estudios secundarios, marchó a los Estados Unidos, comenzando así un largo periplo que lo alejaría del solar nativo, casi durante todo el tiempo que le restaba de existencia.[1]​ En 1925 Henríquez Ureña deja México y parte a la Argentina, donde pasaría los últimos veinte años de su vida.Acerca de esta ausencia -podría afirmarse, indolencia y desaprensión, más ignorancia- Borges hipotetizó: Ernesto Sabato, que también declara el ascendiente y magisterio sobre él del eximio dominicano, evoca en Antes del fin: Aun así, Ureña desplegó un papel decisivo en la vida académica argentina, que comenzó el año de su llegada al país, en 1924.Así con Ureña (y con Alonso en menor medida), entran al país los estudios hispanoamericanistas, filológicos, estilísticos y lingüísticos, métodos que colocan el texto en el centro del análisis.En 1925 obtiene una cátedra en el terciario no universitario Instituto Nacional del Profesorado Joaquín V. González.Era un hombre muy cortés, y —como los japoneses— prefería que el interlocutor tuviera razón, lo cual es una virtud bastante rara, sobre todo en este país, ¿no?».[3]​ Se distinguió como crítico literario, ensayista, periodista, y prosista de gran vuelo.A su vez, Enrique Zuleta Álvarez escribió su biografía Pedro Henríquez Ureña y su tiempo.La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), de República Dominicana, lleva su nombre.
Pedro Henríquez Ureña.