Este humilde origen extramatrimonial le supuso a lo largo de su vida muchas afrentas que soportó con estoicismo.
En 1569 fue a París, donde recibió el grado de doctor y permaneció cinco años enseñando Teología tomista en la Sorbona.
Entre tanto, se imprimió en Toledo su propia traducción al castellano con el título Historia general de España (1601).
La obra abarca hasta la muerte de Fernando el Católico, porque, según sus palabras, «No me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba».
La finalidad de la obra es establecer límites claros al poder político fundándose para ello en la tradición artistotélico-tomista, según la cual la sociedad es anterior al poder político y por lo tanto aquella puede recuperar sus derechos originales si el Gobierno no le es de utilidad.
Por eso desarrolla la doctrina sobre el tiranicidio, extensamente aceptada entre los autores escolásticos, ampliando el derecho de un individuo cualquiera para matar al tirano.
Pero aún va más allá, y algunos han visto bosquejadas en muchas de sus ideas principios plenamente liberales,[4] aunque subordinados siempre a la religión.
Como puede verse, fuera de la historia, sus intereses iban desde la cronología a la filología, la economía o la moral.
Su obra principal son los Historiae de rebus Hispaniae libri XX (Toleti, typis P. Roderici, 1592).
Una edición posterior más avanzada del propio recopilador es De rebus Hispaniae libri XXX, que se publicó en Maguncia en 1605.
La última edición que pudo revisar y corregir (pues no estaba ciego, como creía Gregorio Mayáns), en dos tomos, se publicó en 1623; el primero en Madrid por el famoso impresor Luis Sánchez, y el segundo en Toledo, por Diego Rodríguez.
[5] La obra se extiende desde la más remota antigüedad hasta la época de los Reyes Católicos.
En el resto de Europa la obra fue leída sobre todo en Alemania y bastante menos en otros países; se tradujo al inglés en 1699 por John Stevens.