Las guerras de religión que se estaban produciendo en todo el país sumieron a su familia en la miseria, por lo que se vio obligado a vivir de la mendicidad.
Regresó a Angulema con su madre, que había sido abandonada por su marido e hijos.
Al no poder comunicarse con el rey, la idea de asesinarlo se abrió paso en su mente.
Robó un cuchillo en un albergue y se hospedó en una hostería cercana al Louvre esperando el momento propicio para ejecutar sus planes.
Al ver que no obtenían resultados de sus interrogatorios, fue llevado a la Conciergerie donde fue interrogado y torturado durante varios días.
Allí fue quemado en diversas partes del cuerpo (pecho, caderas y piernas) con hierros al rojo vivo.