Los británicos aprovecharon la oportunidad para asaltar al corsario desembarcando cuatro embarcaciones livianas que izaron bandera negra.
Los prisioneros fueron remitidos a Buenos Aires y las bajas totales del navío corsario computaron tres marinos.
Pocos días después, arribó a Londres el botín obtenido durante la primera invasión, que fue paseado en carretas por la ciudad y festejado por sus habitantes.
Los soldados españoles que resistieron este ataque fueron apresados y trasladados a la Isla de Lobos.
El coronel Vasall fue nombrado gobernador, quien liberó a la población cautiva y devolvió al pueblo algunos de los objetos robados durante el saqueo inicial.
Las tropas inglesas tuvieron que enfrentar en varias oportunidades a las fuerzas enviadas desde Montevideo.
Poco después, Sobremonte llevó su campamento hacia el oeste, a la zona del arroyo Miguelete.
Las murallas de la ciudad estaban parcialmente inconclusas, pero podían ser efectivamente defendidas con una estrategia defensiva.
Debieron retirarse dejando cientos de bajas en el campo, y con la moral muy disminuida.
Las unidades españolas participantes en el combate (2.362 hombres), estaban al mando del brigadier Bernardo Lecocq, siendo su segundo el teniente coronel Francisco Javier de Viana.
Liniers había decidido cruzar el río con unos 3.000 milicianos cuando ya era tarde, por lo que debió volver a Buenos Aires.
Temiendo que las fuerzas españolas llegaran a Montevideo vía Colonia del Sacramento y con la idea de establecerse en ese punto estratégico para un futuro avance sobre Buenos Aires, Auchmuty encargó al coronel Denis Pack (quien días antes había fugado junto a Beresford) la toma de aquel pueblo fortificado, de unos 2.800 habitantes.
Pack atacó el campamento de Elío y las tropas españolas se desbandaron abandonando muchos armamentos.
Con 400 hombres, mayoritariamente Patricios, Elío atravesó el Río de la Plata hacia San Fernando.
Los mismos comerciantes montevideanos pidieron al virrey que la ciudad no fuera sitiada para favorecer el intercambio comercial.
El 30 de octubre llegó a esa ciudad, pero recibió un rechazo general, por esa razón instaló su campamento con las fuerzas que había llevado en Las Piedras, a cuatro leguas de Montevideo.
Se decidió distribuir los prisioneros en 3 contingentes de a 500 que custodiados por los Húsares de Pueyrredón, fueron enviados a los fortines del oeste del virreinato, al norte y, al Litoral y las Misiones.
Este general ocuparía la isla Madeira ese mismo año y se convertiría en su gobernador.
Whitelocke llegó a Montevideo el 10 de mayo y tomó el mando general.
Mientras tanto, había llegado al virreinato la resolución de la corte española declarando a Ruiz Huidobro virrey interino.
El ejército británico avanzó con dificultades los 50 kilómetros que separaban el lugar escogido para el desembarco y la capital.
Al caer la noche, el combate cesó y muchos milicianos se retiraron a sus casas.
Parecía que todo estaba perdido, pero Whitelocke decidió esperar; suspendió el avance de Craufurd hacia la ciudad y exigió rendición inmediata.
Les dio a los porteños tres días, que los criollos utilizaron para organizarse militarmente.
E. deseaba comunicase yo por escrito el particular de las condiciones: y así tengo que decir á V.
Todos los súbditos ingleses detenidos en la América del Sur deberán ser entregados, y se pondrán rehenes suficientes en poder de los Comandantes ingleses hasta que lleguen á Buenos Aires.
Que han de entregar en buen estado todos los cañones, pertrechos, armas y municiones.
Que se asegurará y respetará para sus dueños toda propiedad particular en tierra.
E. no podrá dudar del último resultado: y confio en que V.
Según cuenta la tradición popular, los vecinos arrojaron piedras y agua hirviendo sobre las cabezas de los invasores.