[3] La Santa Sede es a su vez la expresión con la que se alude al papa y a los organismos de la curia romana, que lo asisten en su responsabilidad al frente de la Iglesia católica.[8] La personalidad jurídica de la Santa Sede le permite mantener relaciones diplomáticas con otros Estados, firmar tratados y enviar y recibir representantes diplomáticos, algo que se remonta a varios siglos atrás.En los primeros tiempos del cristianismo las iglesias locales que habían sido fundadas por uno de los apóstoles eran aludidas como "sedes apostólicas" pero con el tiempo este término se fue reservando al obispo de Roma, en tanto que sucesor de la cabeza del Colegio Apostólico.[11] Su origen se remonta al siglo XV, y ha tenido distintas configuraciones durante su historia.[16] La Santa Sede ha sido reconocida, tanto en la práctica estatal (relaciones internacionales) y la doctrina jurídica moderna como un sujeto de derecho internacional, con derechos y obligaciones análogos a los de los Estados.Desde la Edad Media la sede episcopal de Roma ha sido reconocida como una entidad soberana.[17] 69 de las misiones diplomáticas acreditadas ante la Santa Sede se encuentran en Roma.Existen 15 Estados internacionalmente reconocidos con los que la Santa Sede no mantiene relaciones.La Santa Sede es miembro de varias organizaciones internacionales y otros grupos, tales como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).En dichos acuerdos, el Reino de Italia reconoció en primer lugar la soberanía de la Santa Sede en el campo internacional «como atributo inherente a su naturaleza, conforme a su tradición y a las exigencias de su misión en el mundo»,[21] admitiéndole «la plena propiedad, y la exclusiva y absoluta potestad y jurisdicción soberana» sobre el territorio de la Ciudad del Vaticano, lo que «supone que en la misma no haya alguna injerencia por parte del Gobierno italiano y que no haya otra autoridad que no sea la de la Santa Sede».[20] Si bien la Ciudad del Vaticano es un Estado soberano, no posee todas las habituales características de una comunidad política.Además, las personas que colaboran con la Sede Apostólica, o incluso cooperan en el gobierno dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano, no son, salvo pocas excepciones, ciudadanos de éste, ni, en consecuencia, tienen los derechos y las obligaciones (en particular las tributarias) que ordinariamente nacen de la pertenencia a un Estado».