El Renacimiento carolingio es la denominación acuñada por el filólogo e historiador Jean-Jacques Ampère en 1832[1] para designar, por comparación con el Renacimiento italiano de los siglos XV y XVI, al periodo de resurgimiento cultural que se dio en el ámbito del Imperio carolingio a fines del siglo VIII y comienzos del siglo IX, coincidiendo con los primeros carolingios (Carlomagno y Ludovico Pío).
Durante este período hubo un aumento de los estudios artísticos, literarios, jurídicos y litúrgicos (se reformaron los ritos sacramentales).
Carlomagno se veía a sí mismo como un defensor del cristianismo, identificado con la (Iglesia católica).
En la planta inferior se situaba el scriptorium (infra sedes scribentium), con una mesa central y siete puestos de copista dispuestos contra los muros.
Fue allí donde Esteban II legitimó el acceso al poder de la dinastía carolingia y confirmó su especial relación con ella, consagrando a Pipino el Breve (754).
[23] En el siglo VIII, como consecuencia de varios procesos políticos, se produjo una alianza entre el reino franco y el Papado.
Carlomagno llevó a cabo una serie de intensas campañas militares, que le permitieron por primera vez en siglos pacificar Francia, Italia y Alemania, restaurando la práctica totalidad del Imperio de Occidente (excepto Britania, Hispania y África romana).
Para ello era necesario servidores públicos alfabetizados, es decir, que supieran leer y escribir (en ese momento: el latín).
Ese latín medieval se convirtió en la koiné de la élite culta europea, permitiendo a clérigos, funcionarios y viajeros hacerse entender por toda Europa Occidental.