Permaneció encarcelado durante noventa días hasta que el Tribunal Supremo, el órgano judicial competente por tratarse de un diputado de las Cortes, ordenó su puesta en libertad al no haberse encontrado ninguna prueba en su contra.
Dirigiéndose al presidente del gobierno, el republicano radical Ricardo Samper, le dijo: «Si la política del gobierno supone... poner a los republicanos de Cataluña y a los republicanos de toda España en opción terrible, yo le digo a su señoría, con toda nuestra responsabilidad..., que nosotros tenemos resuelta la opción y que caerá sobre su señoría y sobre quien le acompañe en esa obra toda la responsabilidad de la inmensa desdicha que se avecina para España».
No lo consiguieron pero Azaña —que llegó a tantear a los socialistas para que apoyaran su proyecto, pero Largo Caballero le dijo, según Azaña, que «habían acordado no colaborar con los republicanos, ni para la paz ni para la guerra, porque ellos van a hacer solos la revolución...»—[5] siguió cuestionando la legitimidad de un gobierno del que formaran parte los «enemigos» de la República.
[6] Así lo explicó en el mitin que celebró en Barcelona el 30 de agosto: «Si un día viéramos a la República en poder de los monárquicos, más o menos disfrazados, y para justificarlo se me aludiera a un artículo constitucional, yo lo protestaría, porque no se puede concebir en la moral política más sencilla que se haya hecho un código fundamental de la República para destruirla.
[12] Por otro lado, Azaña también aconsejó a los políticos catalanes que no se lanzaran a «una situación de violencia contra el Estado, pues sobre tener muy poca o ninguna posibilidad de éxito, provocaría una reacción en toda España que vendría a fortificar la posición de las derechas» —y esta fue otra de las razones que alegó para haber decidido quedarse en Barcelona: «por si con mis consejos o con mis opiniones ya conocidos podía contribuir a evitar sucesos irreparables»—.
[14] Santos Juliá le ha restado importancia a esta reunión porque duró menos de una hora y el encuentro con Companys fue un simple saludo.
[15] El día siguiente, viernes 5 de octubre, cuando los socialistas declararon la huelga general revolucionaria en toda España, Azaña permaneció el día entero en su hotel —Barcelona había amanecido paralizada por la huelga—[16] donde se mantuvo en contacto por teléfono con la dirección de su partido Izquierda Republicana en Madrid para redactar un manifiesto en que rechazaba la forma como había resuelto la crisis Alcalá-Zamora (permitiendo la entrada de la CEDA en el gobierno).
[17] En el manifiesto se decía que el partido «rompe toda solidaridad con las instituciones actuales del régimen y afirma su decisión de acudir a todos los medios en defensa de la República».
«¡A esto hemos venido a parar la República y un servidor!», comentó Azaña cuando fue detenido.
[31] La detención era cuando menos irregular pues Azaña era diputado por lo que gozaba de inmunidad parlamentaria.
[32] En esos días Azaña se mostró muy pesimista, no sólo sobre su destino personal «porque aún absolviéndome siempre seré el hombre que conspiró contra la unidad de la patria», sino sobre el futuro del país: «llegan ahora diez o quince años de opresión españolista, patriótica, eclesiástica»; en la política no queda más que «nicetismo, CEDA, fascio y milicia», escribe en una carta a su cuñado Rivas Cherif.
Cuatro día después, el 31 de octubre, se trasladó a Azaña a los buques de guerra «Alcalá Galiano», primero, y al «Sánchez Barcáiztegui», después, donde fue atendido con mayor consideración pues ocupó el camarote del comandante.
Firmaban la carta «A la opinión pública» entre otros Azorín, Luis Bagaria, José Bergamín, Alejandro Casona, Américo Castro, Antonio Espina, Oscar Esplá, León Felipe, García Mercadal, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Marañón, Isabel Oyarzábal, Valle-Inclán y Luis de Zulueta.
Azaña añadió que Echevarrieta no se había llevado ni una caja de las armas debido a que atravesaba una mala situación financiera y no hizo efectivo el pago de lo estipulado en el contrato.
[50] Y a continuación le echó en cara a Gil Robles que después de tantos meses acusándole de su intervención en el alijo del Turquesa, todo eso hubiera quedado en nada.
También tuvo palabras muy ácidas contra el presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora y contra el presidente del gobierno Alejandro Lerroux, cuyo partido había suscrito la acusación presentada por la CEDA.
[52] Once meses después la coalición de izquierdas impulsada y encabezada por Azaña ganaba las elecciones.