Su lema es el más extenso, detallado y descriptivo, indicando que el supuesto último papado no sería igual a ninguno de los anteriores y que se enfrentaría a eventos extraordinarios no sucedidos desde los inicios de la Iglesia.Para algunos, Malaquías indica en el lema que la iglesia volvería a ser perseguida como en los tiempos de los emperadores romanos.El lema expresa: Petrus Romanus, qui pascet oves in multis tribulationibus: quibus transactis civitas septicollis diruetur, En español, el lema expresa: Pedro el Romano, quien apacentará a las ovejas entre muchas tribulaciones:[2] [3] conocidas estas cosas la ciudad de las siete colinas[4] será abatida, La fecha de origen atribuida a la Profecía de los papas resulta congruente con el afianzamiento del Reino de Jerusalén en Tierra Santa.Ese hecho fue clave para que los sucesivos papas confirmaran en esa década (1140-1150) los privilegios de la orden de los Caballeros templarios y se convocara a una Segunda Cruzada para impedir el avance musulmán.Pocos años más tarde, la persistente inestabilidad política en Roma llevó a que el papa Eugenio III se refugiara en Francia, entre 1146 y 1147, para impulsar la cruzada.La publicación solo resulta posible si las profecías ya eran un documento de importancia y antigüedad reconocida; y el editor gozaba del suficiente prestigio dentro de la iglesia para ser autorizado a publicarlas.41), afirma: «Malaquías nos dice que "la ciudad de las siete colinas (Roma) será destruida".En los tres últimos lemas: "De medietate lunae" (La media luna) encuentra una referencia directa a la expansión musulmana desde la revolución islámica en Irán;[8] en el lema "De Labore solis" (El trabajo del sol), una referencia al poder temporal de la iglesia;[9][10][11][12] y en el último lema, "Gloria olivae" (La gloria del olivo) una referencia al pueblo judío.Los Estados Pontificios comprendían un amplio dominio en la región central de la península itálica y también otros territorios en Europa, que estaban gobernados por la monarquía papal.La consecuencia de este hecho la sintetiza el historiador Vicente Cárcel: "al perder su poder temporal, la reacción instintiva de la Iglesia fue cerrarse en sí misma lanzando anatemas contra todo lo que supiera a moderno.De acuerdo a este sistema teológico y filosófico, lo superior (lo sobrenatural, o relativo al orden divino) no anula ni destruye lo inferior: de modo que la fe cristiana regenera la naturaleza del hombre y la eleva, estableciendo una armonía entre todas las manifestaciones humanas (en el arte, la cultura, la religión, la política, etc.).Estos acuerdos dejaron atrás los conflictos religiosos e iniciaron un nuevo orden en Europa central basado en la soberanía nacional.[20] "Tierra Santa" define -en términos generales- las zonas geográficas donde ocurrieron gran parte de los sucesos narrados en la Biblia.[23] La ciudad de Jerusalén se considera el lugar central, donde Jesucristo murió, crucificado por los romanos en el Monte Gólgota (donde según una antigua tradición hoy se encuentra la basílica del Santo Sepulcro), para luego resucitar -según la fe cristiana-.Desde el siglo XIV hasta la actualidad se han conservado en la zona minoritarias comunidades cristianas en un entorno mayoritariamente musulmán.Al finalizar la Primera Guerra Mundial, con la división del Imperio otomano, la zona quedó administrada por el Reino Unido y por Francia.Culminada la Segunda Guerra Mundial, surgieron los modernos Estados de Jordania (1946) e Israel (1948).Aceptó ser una realidad en el mundo, entre otras; que merecían su legítimo ámbito de autonomía, como las ciencias y la política.[31] Sin embargo las decisiones del Concilio no fueron fácilmente comprendidas y aceptadas.Por otra parte el Concilio ponía en discusión las excesivas diferencias sociales en estos países.[35] Desde la aparición de los documentos del Concilio Vaticano II, que condenan expresamente el antisemitismo (Nostra Aetate) y la imposición forzada de la religión («la autoridad pública no puede imponer a los ciudadanos, por la fuerza, o por miedo, o por otros recursos, la profesión o el abandono de cualquier religión» afirma el documento Dignitatis Humanae, punto Nro.Existe otra profecía bastante divulgada (se publicó por primera vez en francés, en 1994), atribuida a Jean de Vézelay o Juan de Jerusalén (siglo XII), cuyo texto -en su primera parte-, parece contener referencias medievales ("infieles" por musulmanes, etc.).Según un autor, en el manuscrito original en lugar de la palabra «Orden» se nombra expresamente a la Compañía.[48] El jesuita chileno Manuel Lacunza, en su monumental obra sobre el fin de la Iglesia, publicada a comienzos del siglo XIX, escribe: «¿Pudo Dios, sin negarse á sí mismo, sacar de Jerusalén no solo la candela, sino también el candelero, y ponerlo en Roma; y ya no podrá, sin negarse á sí mismo, en ningun tiempo, en ningun caso y por ningun motivo sacarlo de Roma y volverlo á Jerusalén?[50] La declaración Dominus Iesus de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del año 2000, dice en el nro.19: «Afirmar la relación indivisible que existe entre la Iglesia y el Reino no implica olvidar que el Reino de Dios —si bien considerado en su fase histórica— no se identifica con la Iglesia en su realidad visible y social.El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (Cf.Son varios los papas que en los siglos anteriores han hecho referencias explícitas a su lema correspondiente en las profecías de san Malaquías (Alejandro VIII, Pio VI, en fecha más reciente; Pio XII, «Pastor angelicus»[54]), lo que habla del valor que han otorgado los Sumos Pontífices a esta particular profecía.