[10] Aunque el Código de Derecho Canónico prevé la renuncia del romano pontífice y solo requiere para su validez «que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie»,[11] se dio el debate sobre si es correcto el empleo del título de “papa emérito”, si Ratzinger tendría que haber vuelto a ser cardenal o si, teniendo en cuenta el can.
[14] En 2009 el sacerdote suizo Hans Küng — cuya autoridad para ejercer teología católica fue anulada por la Santa Sede, en 1979—[15] pidió la dimisión del Papa ante lo que consideró «una cadena de errores en los que Benedicto XVI ha ido poniendo obstáculos en el diálogo de las iglesias cristianas entre sí y con otras religiones».
[18] Los escándalos tuvieron un efecto mediático notable en la imagen de la Iglesia católica y en especial en la figura papal depositada en Benedicto XVI.
[28] Ya en 2010 Benedicto XVI había barajado la posibilidad de dejar voluntariamente su ministerio en el libro Luz del mundo: El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, escrito junto con Peter Seewald.
Ahí explicó que en caso de que «el papa ya no sea física, psicológica y espiritualmente capaz [...] entonces tiene el derecho, y bajo ciertas circunstancias la obligación, de renunciar».
[9] El periódico L'Osservatore Romano argumentó que la decisión había sido tomada mientras realizaba sus visitas apostólicas en México y Cuba, en marzo de 2012.
[35] En 1994, durante su permanencia en el hospital Gemelli, Juan Pablo II expresó: «No hay lugar en la Iglesia para un papa emérito».
[38] En la misma línea de análisis se señaló que la clave para comprender en profundidad la decisión de Joseph Ratzinger quizá requiera atender a su racionalidad y al valor que le otorga a la conciencia personal.
[1] En el evento estaban presentes cinco reporteros que cubrían la noticia en torno al consistorio: una corresponsal italiana, uno mexicano, dos franceses y un japonés.
Al finalizar la reunión cardenalicia, Benedicto XVI recibió un papel por parte del monseñor Guido Marini, que contenía su mensaje definitivo de dimisión,[29] efectiva el 28 de febrero del mismo año.
[46] El cardenal Angelo Sodano comparó metafóricamente la renuncia como «un trueno en un cielo sereno», mientras que Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, señaló: «[el anuncio] nos ha tomado por sorpresa [...pero] ha sido meditado y tomado con total libertad.
[30] Sodano manifestó que el Colegio Cardenalicio apoyaba la decisión del Santo Padre.
[48] Pizzaballa señaló que Benedicto XVI siempre estuvo cerca de la Iglesia en Tierra Santa, recordando en particular su visita importante a la región en 2009 y la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente.
[49] Varios mandatarios políticos, así como representantes religiosos, de diferentes países expresaron su sorpresa igualmente, además de su respeto a la decisión tomada por Benedicto XVI; entre ellos figuraron François Hollande (Francia), Mario Monti (Italia), Angela Merkel (Alemania), el imán Riay Tatary (España),[7] Michael D. Higgins (Irlanda),[50] Rafael Correa (Ecuador),[8] Shimon Peres y Benjamín Netanyahu (Israel; Netanyahu detalló que «gracias [a] su acción como Papa [reforzó] las relaciones entre cristianos y judíos y entre la Santa Sede y el Estado hebreo»),[51][52] Barack Obama (Estados Unidos), Ban Ki-moon (secretario general de las Naciones Unidas), José Manuel Durão Barroso (presidente de la Comisión Europea).
[56] Hubo también opiniones que criticaban tal decisión, como las de los profesores brasileños de historia André Chevitarese, que calificó la renuncia como «una situación embarazosa para el Vaticano [...] Las élites religiosas no tienen un ejemplo reciente de cómo proceder», y Edgar Leite Ferrera, quien comentó que «va contra toda una tradición [...] es un fenómeno raro en la Iglesia», además de señalar que «Si usted es escogido por el Espíritu Santo, como lo es el Papa, no importa mucho si está esclerosado, con Alzheimer o cualquier cosa, porque eso no existe en la relación del hombre con Dios».
[58] En Italia, la noticia generó incertidumbre en varios habitantes que consideraron como «un momento perturbador».
Para el escritor italiano Massimo Franco, en cuya autoría están varias publicaciones sobre el Vaticano, declaró que «la renuncia suma inestabilidad a la inestabilidad [en referencia a la situación política del país].
[61] En ocasión del primer aniversario de su renuncia, Benedicto XVI hizo referencia a las presuntas presiones y conspiraciones que la habrían motivado.