El término anatasa procede del griego ἀνά (ana, «estirado») y ἀνάτασις (anatasis, «alargamiento»), en alusión a la longitud de las caras piramidales, más largas en relación con sus bases que las de otros minerales tetragonales.
Fue objeto de diferentes descripciones más o menos completas, siendo René-Just Haüy en 1801 quien dio el nombre a la anatasa.
Al igual que el rutilo, la anatasa cristaliza en el sistema tetragonal, clase ditetragonal dipiramidal.
Además del rutilo, la anatasa es polimorfa con akaogiíta, brookita y riesita, otras formas minerales de TiO2.
El más común consiste en dobles pirámides agudas simples de color añil y brillo acerado.
El segundo tipo se caracteriza por la existencia de numerosas caras piramidales, soliendo ser más planas y a veces prismáticas; en este caso la coloración va desde el amarillo miel hasta el marrón.
Se puede encontrar en filones alpinos, en rocas ígneas y metamórficas, así como en pegmatitas.
[1] La localidad tipo está en Saint Christophe-en-Oisans (Ródano-Alpes, Francia), donde la anatasa aparece en vetas alpinas derivadas de los gneises o esquistos circundantes por soluciones hidrotermales.