En la práctica el uso de esta celda muestra ciertos inconvenientes como son el desgaste del electrolito o el ánodo en el uso a ciertas condiciones ambientales.
[4] Michael Grätzel ha sido galardonado en 2010 con el Premio de Tecnología del Milenio por esta invención.
Algunos electrones perteneciente al colorante reciben un cantidad de energía tal que les permite desplazarse entre el sistema.
Finalmente los electrones se dirigen hacia el electrodo positivo (catalizador) en donde son transportados por la solución electrolítica de vuelta al colorante para así recuperar su estado inicial.
En segundo lugar, la parte depositada se expone a una solución que contiene el otro componente de la perovskita .
Cuando las dos partes entran en contacto, reaccionan instantáneamente y se convierten en el pigmento sensible a la luz completa , lo que permite mucho mejor control sobre la morfología de la célula solar.
Esto convierte a las celdas solares Graetzel en una gran opción para reemplazar las tecnologías existentes en aplicaciones donde no se requiera una gran cantidad de absorción de energía y se pueda aprovechar su flexibilidad y bajo peso.
Mientras que las celdas Graetzel solo se construyen con una capa delgada de plástico conductor en la parte frontal, permitiéndoles radiar el calor mucho más fácil y operar de esa manera a temperaturas donde no estén expuestas a sufrir daños.
A temperaturas muy bajas el electrolito puede congelarse de manera que los electrones no se puedan mover a las bandas de conducción, teniendo menor eficiencia y potencialmente tener un daño físico en la celda permanentemente.
A temperatura altas el líquido se expande, lo que vuelve difícil sellar los paneles de manera correcta.