Desde su entrada en el Ejército, Ney encarnó fielmente todas las virtudes del soldado: valiente, generoso, abierto y solidario con sus compañeros, que lo adoraban.
Fue hecho prisionero, pero recuperó la libertad el 8 de mayo tras aceptarse su intercambio por otro general austriaco.
La boda se celebró en Grignon y tuvo como testigo al general René Savary.
Se criticó enormemente la importancia e influencia que este hombre tuvo en Ney sobre cuestiones tácticas.
En la batalla de Jena dirige un asalto frontal contra las líneas prusianas que fracasa, y bien hubiera podido ser su final si el mariscal Jean Lannes, que percibe su situación, no hubiese intervenido en su apoyo.
Posteriormente, Napoleón le asigna el mando del ala derecha en la aplastante victoria de Friedland.
Como reconocimiento a estos heroicos esfuerzos, en 1808 Bonaparte le nombra duque de Elchingen.
Allí queda al servicio de José Bonaparte, pero enseguida se niega a obedecer sus órdenes, que considera inapropiadas.
Toma Ciudad Rodrigo, participa en el asedio a Almeida y combate en la batalla del río Coa.
La presencia de Jomini, a quien nombra jefe de su Estado Mayor, no sólo no le favorece, sino que le granjea un nuevo enfrentamiento dentro del alto mando, esta vez con el mariscal Soult.
Al llegar al río Beresina, los ingenieros franceses son incapaces de tender a tiempo los puentes y la retaguardia francesa es alcanzada por el grueso de las tropas rusas, entablándose la célebre batalla del Beresina.
Todos estos enfrentamientos se saldaron con un triunfo napoleónico, pero ninguno fue decisivo, ya que la suerte de la guerra se decidió en la batalla de las Naciones, que tuvo lugar en Leipzig y cuyo resultado fue una dura derrota francesa.
Sin embargo, otro ejército prusiano marcha sobre París, donde José Bonaparte rinde la ciudad.
Pese a todos los honores, Ney se siente incómodo en la nueva corte, donde su origen humilde le granjea el menosprecio del resto de los nobles.
Al saberse cerca del emperador, Ney comienza a dudar y percibe una gran agitación entre sus hombres.
Napoleón ha sido recibido entre aclamaciones allá por donde ha pasado, reuniendo ya 14 000 partidarios que le acompañan en su marcha hacia París.
Al abrirla, se da cuenta de que está redactada de puño y letra por Napoleón, que en términos afectuosos le escribe: «Permítame recibirle como le recibí tras la batalla del Moscova».
Ney pasa una noche reflexionando y al amanecer del día siguiente toma una doble resolución.
Por un lado, lee una proclama a su ejército donde exalta su lealtad a Napoleón, le reconoce como único y legítimo soberano de Francia, para acabar gritando «¡Viva el Emperador!» entre los vítores de los soldados y oficiales, que enarbolan rápidamente la bandera tricolor.
Todos los esfuerzos diplomáticos para evitar la contienda fracasan, por lo que Napoleón reúne nuevamente a sus tropas y avanza hacia Bélgica, junto con Ney, para derrotar a las tropas inglesas y prusianas allí acantonadas.
Ney ha sido duramente criticado por su actuación durante esta batalla, tal vez no demasiado clara.
Al mando del flanco izquierdo, Waterloo será el último escenario bélico en que Ney exhiba su valor.
Napoleón, que observa este movimiento con su catalejo, grita a sus ayudantes: «¿Qué hace Ney?
El rey Luis XVIII encarga la misión a militares que sintiesen animadversión por Ney, sobre todo aquellos con quienes discutió durante la guerra de España.
Cuando se le concede esta petición, escribe a sus abogados: «Caballeros, me han prestado ustedes un gran servicio.
Durante su proceso en la Cámara, declarará: «Al tenerlo cerca (por Napoleón) actué con el corazón y se me fue la cabeza... ¿Pero acaso podía yo parar las aguas del mar con la mano?».
Rehusó ponerse una venda en los ojos y se le dio el derecho de dar la orden de disparar, a la que añadió: «¡Soldados, rechazo ante Dios y ante la Patria el juicio que me condena!
Los seguidores de esta teoría argumentan que el mariscal tenía lazos con la masonería que incluían al mismísimo duque de Wellington, quien le habría ayudado a falsear su ejecución y a huir en un barco.