Guerra sucia en Chile

[1]​ El término «guerra sucia» constituye un concepto amplio, que ha sido aplicado a procesos históricos represivos ocurridos en diversos países como Argelia, Argentina, México, Nicaragua y Colombia, entre otros.Sin embargo, el término ha sido utilizado en investigaciones periodísticas, fundamentales para la reconstrucción de los casos, la identificación de las víctimas y los victimarios, a la vez que estudios claves para las investigaciones judiciales que se emprendieron durante el retorno a la democracia.[6]​ Patrice McSherry también se ha ocupado del estudio de la violencia estatal en los países latinoamericanos y su vínculo con Estados Unidos.Los autores destacan que estas prácticas no fueron únicamente el resultado de la influencia de teorías extranjeras, como la francesa o la estadounidense, sino que los actores nacionales tuvieron un papel fundamental en las decisiones, ideologías y prácticas implementadas.Vanni Pettinà ha explicado la manera en que la Guerra Fría, entendida como un «sistema internacional antagónico, basado sobre una contraposición radical ideológica entre el socialismo y capitalismo», se sobrepuso e interfirió en los procesos internos de Latinoamérica.[13]​ Establecer y explicar la dimensión latinoamericana de la Guerra Fría ha permitido no solo comprender la forma en la que los procesos locales se han imbricado con los globales, sino también cuestionar las características que se han atribuido a este conflicto, como su carácter «frío».[¿según quién?]Este esfuerzo se materializó en el auxilio prestado a diversas dictaduras de derecha, que terminaron por dominar la región.También, para la Doctrina de Seguridad Nacional fue fundamental la noción del «enemigo interno», encarnada generalmente por actores comunistas que relacionaban con la URSS, y a quienes se enfocaban en aniquilar.Durante la Guerra Fría existieron distintos acuerdos y mecanismos que enlazaron la política exterior estadounidense con la latinoamericana, en los cuales el componente militar tuvo un lugar protagónico, como lo refleja el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) firmado en Río de Janeiro en 1947.El TIAR fue fundamental para la integración americana de la política militar, constituyendo un bloque a cuya cabeza estaba Estados Unidos.[17]​ Si bien la DSN se configuró en base a la ideología del anticomunismo, este componente no fue un elemento nuevo en las sociedades latinoamericanas, como lo ejemplifica el caso chileno, en que las bases de la seguridad nacional encontraron un territorio fértil para promover una supuesta amenaza comunista y la necesidad de eliminar a estos actores.Una hostilidad que, en la década de 1920 transitó hacia un anti-marxismo más definido y doctrinario, cuyo referente era la Revolución rusa.[23]​ Cabe destacar, como lo señala Calvo, que si bien la DSN produjo una amplia producción literaria, ya fuera para explicarla, justificarla o criticarla, en general los estudios omiten un análisis del papel que cumplieron las elites locales en la interpretación y adopción de esta doctrina.Aun más, Comblin advierte que ni Hugo Banzer ni Augusto Pinochet habían deseado Estados de Seguridad Nacional, y que estos escaparon a la trayectoria nacional, logrando una «desnacionalización de la vida social y política».Todos estos objetivos e ideas encontraron su aplicación concreta a través de las estrategias, tácticas y prácticas que configuraron la guerra sucia.Estos se han comprendido como instituciones militares que cumplen una función activa y, generalmente, decisiva en la política nacional.Lisa North ha señalado que, si bien entre 1932 y 1973 no existieron intromisiones militares directas, sí hubo diferentes conspiraciones orientadas a combatir la baja en el presupuesto destinado a las Fuerzas Armadas, que influían directamente en la mantención de los equipos, en el reclutamiento y en los salarios de sus integrantes.Desde la instalación del gobierno se inició una masiva represión, tortura y ejecución de individuos sobre los cuales recayeron sospechas que los transformaron automáticamente en enemigos internos.Según los documentos desclasificados por la CIA, la DINA mantuvo en este sitio un centro de detención donde se realizaban torturas.El objetivo era identificar, localizar y eliminar a las personas consideradas sospechosas o subversivas; fueron estos tres pasos las llamadas fases de la Operación Cóndor.A la creación de una amenaza transnacional se respondió con un sistema terrorista que trascendió los límites geográficos.Para el caso de Prats se cuentan con algunos testimonios que posibilitan dar cuenta de los pasos seguidos por la Operación Cóndor, como la identificación y vigilancia del enemigo, que permitían confirmarlo como tal.En el asesinato a Letelier y Moffit además se ha señalado la cooperación de una agrupación clandestina anti-castrista en Estados Unidos, que participó tanto en la planificación como la ejecución del crimen.Como se ha expresado en el informe de la Comisión Nacional sobre prisión política y tortura, los violentos procedimientos de la DINA habían generado oposiciones al régimen militar, cuyas acciones eran toleradas en la medida que no suscitaran la enemistad con Estados Unidos.[55]​ La aparición de estos grupos armados significó el resurgimiento del enemigo interno y constituyó la excusa que la CNI adoptó para incrementar la actividad represiva y la desaparición sistemática, que acabaron por diezmar los componentes de ambos movimientos.Si bien estos acontecimientos tuvieron lugar gracias a la reconstitución que estaba teniendo el tejido social y las aperturas, generadas por la misma oposición chilena y extranjera a la dictadura, la máquina represiva desplegada por la CNI demostró que ninguna forma de oposición era válida: ni la armada ni la pacífica.Para enfrentar ambas resistencias políticas y sociales se acudió nuevamente a la creación del enemigo interno: si los grupos de extrema izquierda fueron identificados como subversivos, comunistas y por lo tanto una amenaza interna, los asistentes a las manifestaciones fueron calificados de vándalos.[56]​ También, se acudió a la representación de las protestas como un plan comunista y mirista, que pretendía organizar la violencia revolucionaria.En esa ocasión el dictador se refirió a las posibilidades de reconciliación sobre las cuales le habían interrogado las periodistas.Así, el Libro fue utilizado como demostración inculpatoria para llevar a cabo procesos de tribunales militares, entre los cuales se encontró la ejecución.