Las divisiones Occidental (latina) y Oriental (griega) del cristianismo empezaron a tomar forma distintiva en el siglo VII.
En particular, mientras que los obispos del este mantuvieron lealtad clara al emperador romano oriental, el obispo de Roma, mientras mantenía lealtad nominal al emperador oriental, fue forzado a negociar para obtener delicados equilibrios con los "gobernantes bárbaros" de las provincias occidentales anteriores.
El Tercer Concilio de Constantinopla (680–681): repudiaba el monotelismo y afirmaba que Cristo tuvo ambas voluntades, tanto humana como divina.
Durante el Imperio bizantino, numerosos grandes monasterios fueron establecidos por los emperadores, incluyendo los veinte "monasterios soberanos" del Monte Athos, un auténtica "república monástica" donde el país entero está dedicado a llevar las almas más cerca de Dios.
Entre los misioneros cristianos que fueron a pueblos anglosajones se incluyen: Cuando el cristianismo fue introducido por primera vez en China, eran populares allí tres sistemas religiosos importantes, el budismo, el confucianismo, y el taoísmo, intrincado en las antiguas tradiciones y costumbres de sus gentes.
El comercio activo durante siglos entre China y occidente podría haber llevado misioneros cristianos en épocas anteriores.
Al Cristianismo le fue mal durante el reinado de Dowager Wu (689-699), que era un ferviente budista.
Aun así, varios emperadores subsiguientes fueron favorables, y las fuerzas misioneras se vieron reforzadas de vez en cuando.
En cambio, fue desde China, en particular de Chang-un durante la Dinastía Tang, desde donde aquel cristianismo llegó primeramente a Corea y Japón.
Los éxitos de los ejércitos musulmanes ejercían una presión creciente sobre el Imperio bizantino ortodoxo Oriental.
Al principio, la conquista musulmana de estas tierras en los siglos VII y VIII no introdujo la persecución directa.
Los gobiernos musulmanes tomaron el control finalmente de las grandes rutas comerciales, y el mundo islámico quedó virtualmente cerrado a la proclamación del evangelio.
Las religiones locales, en gran parte animistas y politeístas, allí presentaron poco o ninguna resistencia efectiva ante la fe cristiana.
Además, al principio el islam hizo pocos progresos en aquella área, y el dualismo del maniqueísmo también tuvo sus seguidores.
Desde el 92 a. C. al 627 a. C. el conflicto entre los Imperios persa y romano supuso una prolongada lucha posiblemente continuación de las guerras médicas.